Tlahui-Politic. No. 8, II/1999
America Latina: Frente al Nuevo Milenio
Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Chile, a 1 de Diciembre, 1999. America Latina: Frente al Nuevo Milenio, por Sergio Ramírez.
América Latina ingresa al nuevo siglo en medio de una aguda crisis
económica. Si los 80 fue "la década perdida", por el enorme retroceso
causado por las dictaduras militares y la implantación del modelo
neoliberal, la que termina es la "década frustrada". Terminar con las
lacras del capitalismo y reemplazar al sistema de dominación serán las
banderas de lucha que enarbolaran los pueblos desde los primeros instantes
del nuevo milenio.
Los voceros norteamericanos del capitalismo y sus organismos
internacionales, afirmaron que a partir de los años los 90 los pueblos
latinoamericanos recuperarían las conquistas arrebatadas, gracias a que las
"nuevas democracias" corregirían los excesos del modelo neoliberal,
impuestos por la represión y el crimen de sus títeres militares o por la
subordinación de los gobiernos reaccionarios que el imperio había apoyado
incondicionalmente. Anunciaban demagógicamente que se daría paso, a la
concreción de la consigna "crecimiento con equidad". Nada de esto se ha
cumplido. Las consecuencias de la depresión que está afectando a la mayoría
de los países de la región, con su cortejo de millones de pobres,
desempleo, rebajas y pérdidas de poder adquisitivo de sueldos y salarios,
explotación y marginación social, política y económica de millones de
latinoamericanos, etc., son las pruebas irrefutables del fracaso de las
promesas neoliberales, que ahora se promete nuevamente superar mediante la
trillada "Tercera Vía", que predican reaccionarios socialdemócratas, con el
beneplácito y financiamiento generoso que brota de la "Casa Blanca".
EL VOLCÁN SOCIAL EN ACTIVIDAD
En este intento de repetir los "Cuentos del Tío Sam, resulta que lo más
importante es que, frente al fracaso del sistema de dominación y a la
crisis económica que lo corroe, el volcán social ha entrado en actividad.
Las masas populares y sus organizaciones sociales comienzan a acelerar su
quehacer ideológico y luchas reivindicativas ligadas a demandas políticas.
La caldera social comienza a ebullir, las movilizaciones populares se hacen
presente en la arena de la lucha de clases. En Brasil, que representa la
mitad de la población y de la economía del continente, los partidos y
organizaciones populares realizaron tomas de terrenos, anticipos de la
reforma agraria a lograr junto con la toma de poder por el pueblo. Al mismo
tiempo, organizaron una gigantesca marcha sobre Brasilia para exigir
cambios en la política económica. El Grito de los excluidos se ha hecho oír
a través de todo el territorio. El socialdemócrata presidente brasileño,
Henrique Cardoso, se desliza por el tobogán de la impopularidad y se
presentan públicas disensiones en su coalición de gobierno entre los que
quieren seguir con el modelo económico y los que quieren introducirle
algunos cambios de maquillaje, para detener la avalancha popular.
En Ecuador, los paros, huelgas y bloqueos de caminos, con la participación
destacada de los pueblos indígenas, obligaron al gobierno a dar marcha
atrás en el alza del combustible y a descartar otras medidas del F.M.I. El
Presidente ha estado a punto de declarar la moratoria del pago de la Deuda
Externa por insolvencia total de las arcas fiscales, y se encuentra
aislado, sin respaldo político, mientras las movilizaciones
político-sociales se intensifican y alcanzan niveles superiores de fuerzas
y combatividad.
La situación en Colombia se ha desestabilizado. La crisis se agudiza. Las
organizaciones insurgentes, que controlan ya más del 40% del territorio,
han obligado a los representantes de la oligarquía colombiana a sentarse en
la mesa de negociación de una paz, bajo el imperativo de que ésta tiene que
tener un con contenido social. Mientras que el paro nacional de los
trabajadores detuvo temporalmente los planes del gobierno de Pastrana de
arrasar con las conquistas de los asalariados.
Frente a la crisis económica que está provocando estragos sociales en
Argentina, Perú, Bolivia y Paraguay, y que se extiende a otros países del
continente, se alzan las movilizaciones populares y políticas que paralizan
comunas, departamentos y regiones. Mientras que el candidato presidencial
del oficialismo argentino era derrotado estrepitosamente y su sucesor
confirmaba un continuismo de la política neoliberal aplicada por Menem, se
acerca el fin de Fujimori y Banzer no logra borrar su pasado de dictador y
violador de los DD.HH.
En Venezuela, los desastrosos efectos del neoliberalismo se descargaban
sobre la mayoría de la población desde hace años. Ellos explican, en buena
medida, el profundo vuelco político electoral que se ha producido al elegir
a un Presidente que se ha comprometido a rechazar el modelo transnacional e
impulsar una nueva democracia. Chávez conquistó un apoyo del 90% del
electorado, algo inédito en el continente, y su experiencia tendrá mucha
importancia para las fuerzas progresistas de América Latina.
EL NUEVO SIGLO Y LA REPRESIÓN
Están sonando las alegres campanas de una nueva etapa histórica para los
pueblos latinoamericanos. Pero su sonido, también, aterra y alerta a las
burguesías nacionales, a los grupos económico y, EE.UU. ve amenazados los
intereses económicos de las multinacionales y su hegemonía neocolonial en
el "patio trasero". Regresar a la instauración de Estados represivos,
aparece como una desesperada estrategia para aplastar el movimiento
popular. El nuevo siglo estará marcado por la impronta de la represión, que
ya se ha iniciado. Será imperioso para los revolucionarios y partidarios de
cambios radicales prepararse para enfrentar tal realidad, proyectando sus
luchas en todos los terrenos.
La represión ha estado presente en la región. Los, ejemplos son
incontables. Citamos algunos. Entre éstos, el gobierno ecuatoriano ha
declarado este último tiempo el estado de emergencia en ciertas regiones
del país contra levantamientos populares; el gobierno colombiano ha hecho
lo suyo ante la ofensiva de las organizaciones insurgentes, y el presidente
Menem ha amenazado con toda clase de medidas represivas contra las
protestas, paros civiles y tomas de terrenos realizadas por los pobladores
sin techo.
En este retorno a las represiones masivas, los Estados controlados por los
representantes de las burguesías criollas, reasumen sus roles represores en
forma activa. En esta nueva fase, EE.UU. desempeña un papel fundamental
dada la perspectiva trazada de consolidar su ideología de dominación. Por
lo cual, en las nuevas condiciones, apuesta no prioritariamente por la
instalación en la región de dictaduras militares al estilo de los años
sesenta. Considera que así evita el derrumbe de su hegemonía ideológica y
no despeja el camino para el surgimiento y desarrollo de un nuevo proyecto
anticapitalistas de las mayoría populares de América Latina. Pero, no
descarta lograr sus objetivos de dominación mediante dictaduras terroristas
al estilo de las que impusiera y apoyara en el Cono Sur. En el horizonte
político se visualiza que Washington prefiere, temporalmente, hasta que las
luchas revolucionarias no amenacen su dominio neocolonial, la dictadura
económica, la dictadura de las supuestas cadenas invisibles, a la dictadura
abierta de las bayonetas y fusiles. Pero la dictadura de sus banqueros y de
las oligarquías nacionales subordinadas empuja, inexorablemente, hacia la
dictadura del terrorismo de Estado, porque su expresión pauperizante es
incompatible con las raquíticas democracias burguesas existen en la mayoría
de los países de la región.
Su intervención militar directa en Colombia y Panamá y su proyección
indirecta sobre Venezuela o su apoyo y bendición a los actuales gobernantes
reaccionarios y a los candidatos de una hipotética "tercera vía", mientras
intensifica su colaboración con el gobierno colombiano y sus FF.AA,
vinculadas al narcotráfico, a los escuadrones de la muerte y a las peores
violaciones a los derechos humanos en el subcontinente, son hechos bastante
elocuentes al instante de definir el rol del imperialismo en América Latina
en el nuevo siglo. Al respecto, su actual grado de intervención en Colombia
es comparable al de su intervención militar en El Salvador (1983-84), o en
Nicaragua (1982-83).
Los pueblos no permanecen impasibles. Bulle la rebeldía que se expresa en
movilizaciones populares que sobrepasan el quietismo y conservadurismo de
algunas supuestas formaciones de izquierda, estratificadas en moldes
sectarios y hábitos de hacer política electoral en un macetero. Nuevamente,
a la dinámica social de cambio se incorporan, en muchas zonas, nuevos
contingentes de estudiantes, indígenas, mujeres y otros sujetos sociales no
tradicionales, mientras que varios partidos tradicionalmente de izquierda
se han hundido en el pragmatismo y oportunismo, transformando las tribunas
de prédica de las ideas del cambio y de la revolución en una vitrina
electorales de promesas-caza votos. Mientras que diversos sectores
intelectuales mantienen su autoimpuesto estado de sitio mental ante el
nuevo amanecer de las mayorías. Así, el proceso en desarrollo señala, por
una parte, que crece el anhelo de una nueva democratización en todas las
esferas de la sociedad latinoamericana y los esfuerzos por levantar
alternativas de poder y transformaciones revolucionarias y, por otra,
avanza la preparación ideológica y represiva de las élites capitalistas
dominantes y subordinadas al imperio para abortar ese renacimiento
democratizador de la sociedad civil.
HIPOCRESÍA DE LOS MECENAS
A pesar de que los problemas que afectan a los pueblos latinoamericanos
tienen connotaciones, intensidades y contenidos diferentes, no es menos
cierto que los que los une son superiores. Así, una lucha común para
enfrentarlos es imperiosa y fundamental para librarse de las lacras
sociales que provoca el neoliberalismo. En el nuevo milenio se deberá
transitar con mayor determinación por la senda de la unidad de las luchas
de los pueblos de la región, en torno a exigencias comunes como, por
ejemplo, el no pago de la deuda externa. Objetivo que pasa por la denuncia
de las falacias de los países acreedores en pos de adormecer a los pueblos
con sus supuestos roles de "mecenas", como el asumido por Bill Clinton al
declarar en la reunión conjunta del Fondo Monetario Internacional (FMI) y
del Banco Mundial.(29 08-99) que: "Hoy estoy dando instrucciones a mi
gobierno para que haga posible perdonar el 100% de la deuda que los países
más pobres deben a Estados Unidos". Además agregaba que ese dinero debe
servir para ayudar a esos países a financiar necesidades básicas humanas.
¿Cuál es el contenido real de ese gesto humanitario? Definirlo es poner al
desnudo la hipocresía del "mecena" de la Casa Blanca. Algunos antecedentes
al respecto. Los países que serían beneficiados por la generosidad de
Clinton adeudan a EE.UU. unos 5.700 millones de dólares. La petición
presupuestaria respectiva del gobierno de Clinton al Congreso, según el
portavoz Jake Siewert, se limita a la suma de sólo mil millones de dólares,
para utilizarlos como alivio a las deudas en un periodo de cuatro años.
¿Cómo se explica la diferencia de los montos?. La respuesta a esta
interrogante es simple: la deuda a condonar está tan devaluada que su
cotización actual en los mercados internacionales no supera el 10% de su
valor nominal, es decir, los 500 millones de dólares. Por lo tanto, con la
petición de Clinton, de mil millones de dólares, se puede financiar
perfectamente bien su condonación.
La determinación de Clinton de perdonar la citada deuda externa es sólo un
acto de ayuda retórica que no cambiará nada importante en la vida de los
pueblos "beneficiados". Por una parte, ella es incobrable e impagable, por
lo cual su condonación no tiene nada que ver con "ayuda". Por otra, lo que
el imperio "regala" con una mano, lo recuperan con creces con otras manos,
como las del proteccionismo, los términos de intercambio, los falsos
precios, etc. En efecto, paralelamente al anuncio de la iniciativa
"humanitaria" citada, el economista norteamericano Raymond Baker divulgó un
estudio que revela que los países subdesarrollados sufren una fuga de
capitales que supera los cien mil millones de dólares anuales, que es el
doble de toda la "ayuda" que ellos reciben de las naciones ricas y y de los
organismos multilaterales que controlan. Además, la suma "perdonada" no
significa nada para el erario estadounidense. Tan sólo el Pentágono y los
servicios de espionaje de Washington gastan cada día alrededor de 830
millones de dólares. Es decir, la máquina de muerte e intervención
norteamericana consume en un sólo día más o menos lo que la Casa Blanca
pretende regalar para "necesidades humanas básicas" a esos pueblos en el
lapso de 4 años.
La iniciativa de Clinton no es más que un ardid propagandístico del
sistema. Desea ocultar con tal patraña, no sólo la verdadera dimensión de
la destrucción humana, pauperización, explotación y marginación social
causada por el capitalismo y su doctrina económica neoliberal, sino también
la imposibilidad de remediar esa destrucción con migajas del sistema o con
estrategias de limosnas de los "mecenas" que han lucrado con el sistema.
Pero, por sobre todo, que el capital financiero nos devuelva, por ninguna
razón, ni una minúscula fracción de lo que ha robado a todos los pueblos
latinoamericanos.
La mayor parte de la deuda externa es ilegal e ilegítima. Ha sido cancelada
con creces, pero ella aumenta sin cesar. Por lo consiguiente, los pueblos,
supuestamente deudores, no tienen ningún motivo para para implorar
condonaciones de ellas. La existencia de deudas internas es sólo un asunto
entre elites, que hicieron sus negocios a espaldas de los pueblos y de la
ley. En lugar de pedir la gracia de un perdón por préstamos que no han
significado ningún bienestar o solución de los problemas que afectan a la
mayoría de la población latinoamericana, se debe comenzar por iniciar una
investigación sobre las fortunas de empresarios, banqueros, financistas y
grupos económicos, para determinar las responsabilidades legales que se
derivan de sus prácticas económicas de expoliación y usura. Obligar a las
elites a rendir cuentas ante tribunales sobre la masiva destrucción humana
que están causando por deudas que sólo se negociaron en su exclusivo
beneficio, es la única forma de comenzar bien el nuevo milenio; y no estar
de rodillas implorando o agradeciendo a cínicos "mecenas".
Los pueblos y sus verdaderas organizaciones políticas y sociales tienen la
palabra. El nuevo milenio debe hacer su ingreso al fragor de la lucha de
los pueblos por el término de la lacra de la deuda externa y de los
combates por reemplazar al neoliberalismo por un sistema socialista, que
ponga al ser humano como centro de sus realizaciones económicas y sociales.
From: Comité Internacionalista Arco Iris ale.ramon@numerica.it
Más información - Further information - Plus d'information
|