Tlahui-Politic. No. 8, II/1999
APDH: Saludos Pueblo de Chile!... Salvador Allende... presente!
Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Ecuador, a 13 de Septiembre, 1999. ECUADOR: APDH: 11 de Septiembre. De: quijote@porta.net
Primera información:
La Asamblea Permanente de Derechos Humanos, APDH del Ecuador, este 11 de
septiembre sumó su presencia con una delegación al acto que, en la
ciudadela universitaria (Facultad de Economía, Universidad Central) de
Quito, la comunidad chilena realizó a las 12H00 en recuerdo de Salvador
Allende...
Segunda información:
Hacemos nuestra, totalmente, la carta del Piquete de Londres, Comité contra
la Impunidad y las organizaciones de DDHH y sociales chilenas dentro y
fuera de su territorio, recogida en internet... Ni Ana Frank podría
reunirse en una misma mesa con Adolf Hitler para buscar acuerdos que logren
la "reconciliación" judío-nazi; ni Sandino con Somoza sentarse en la misma
mesa donde el primero preparó la muerte del segundo, ni las víctimas que
sufrieron tortura, muerte, desaparición, masacre, estadio, reunirse con la
intacta cúpula de la barbarie, para alcanzar "acuerdos razonables" que
antepongan la gobernabilidad a la vida y la "estabilidad" a la decencia....
Sólo podremos "reunirnos" con los victimarios cuando haya justicia... es
decir cuando sean sancionados legalmente. Podremos reunirnos adentro, con
él y todos los genocidas, en la celda que ¿le espera? a Pinochet
cuando se haga justicia... no en el Chile de hoy sino en España... No habrá
ningún problema en reunirnos con ellos para discutir temas tan importantes
como la "gobernabilidad" y los "acuerdos mínimos que exige la democracia",
una vez que ellos, los responsables de este dolor inacabable, guarden
prisión algún día.
Tercera información:
"11 de Septiembre... Pinochet: la APDH no te olvida"
(Enviamos a Uds. el texto de nuestra carta original enviada al Gral.
Pinochet durante su estancia en el Hospital Siquiátrico Grovelands Priory
en Londres, cuando se cumplieron los 20 primeros días de su histórica
detención...)
Quito-Ecuador, noviembre de 1998
General
Augusto Pinochet Ugarte
Hospital Psiquiátrico Grovelands Priory, Londres - Inglaterra
Señor Pinochet:
Hoy suman veinte días desde que Inglaterra y España dieran al pueblo de
Chile y a los pueblos del mundo, la feliz -casi imposible de creer-
noticia de su detención. Veinte días que bien pudieron ser uno solo, o una
hora, un minuto incluso -qué importa ya- y que a la vez parecieran años,
siglos, de justicia reclamada, de dolor reivindicado, de muertes
resurrectas, de vindicta justiciera, de esperanza humana.
Hoy o mañana puede ser declarado libre por la autoridad inglesa, y aunque
esa probabilidad nos entristece, nadie nos quita, a los chilenos,
latinoamericanos y habitantes honrados de este mundo, la emoción de haber
sentido, aunque sea una vez, aunque sean veinte días, que esta vez...
¡ganamos! la única victoria de las tantas por cobrar, de ésas tantas
que merece todavía la humanidad despedazada hace 25 años, rota primavera
(¿lo recuerda?) de un 11 de septiembre de 1973.
Aunque su liberación probable nos duela, y duela más sospechar que en
Santiago sería recibido como héroe por los que aplaudieron el bombardeo de
La Moneda 25 años atrás, y más nos agüe esta fiestita planetaria de los
pobres el intuir que sería agasajado como mártir por los que años antes
aplaudieron sus campos de concentración en Dawson y el Estadio Nacional, ya
nadie nos quita lo bailado, ya nadie nos quita lo llorado de alegría, lo
reído de rabia, lo suspirado de esperanza.
Y sabe usted por qué? No solamente porque hay un valiente Baltasar que nos
regaló en navidad adelantada la orden de detener a Herodes. No solo porque
ese Juez -con mayúsculas- podrá continuar mañana el juicio merecido al
autor de tantas muertes, a pesar de que probablemente salga libre de
Inglaterra. No solamente porque ya era hora de que en Londres, Madrid y
otras ciudades europeas, ordenaran o pidieran la detención soñada, sueño
que jamás hicieron realidad los jueces -con minúsculas- de Santiago, Quito
y otras ciudades americanas...
Sino porque -por fin-, cerca del hospital-penal donde usted dejó de sonreír
(!por fin!), pudimos nombrar en voz alta a Salvador Allende, releer bien
alto a Neruda y revivir su muerte de tristeza por su Puro Chile, oír
cantar, más alto que nunca, a Víctor Jara, recomponer sus dedos rotos, sus
manos y guitarra destrozadas, limpiar la frente de Miguel Enríquez, juntar
la cabeza con el cuerpo de Tucapel, reinjertar la piel con piel de durazno
de Carmen, resucitar a Orlando Letelier, vivar a Pratts, decir muy alto los
cuatro nombres de los cuatro ecuatorianos asesinados en septiembre de 1973
por el delito de ser seres humanos, bailar la cueca sola con las madres de
todos los que amanecieron en ataúdes de dos en dos, o bañados en sangre
tiñendo de alaridos el Mapocho y el Pacífico.
"Qué economía!" dijo usted al responder por ataúdes halladas en fosas
clandestinas, donde en vez de un cadáver habían dos apegaditos con tiros en
la nuca o degollados por ser seres humanos. "Ni una hoja se mueve en Chile
sin que yo lo sepa" también lo dijo, cuando -mareado de poder- se creía
eterno, el gran inquisidor, dios...
Pero hoy Violeta Parra canta más lindo que nunca el Gracias a la Vida y
hasta las hojas se mueven y conmueven, por si no lo sabe, de saber que por
fin, aunque sean 20 días, el economista de ataúdes clandestinas enfrenta
juicios y sentencias.
Y aunque la rabia es mucha y la esperanza nunca muere, sepa que nosotros sí
creemos en la justicia, la democracia y la fuerza de la razón. Por eso le
decimos que usted -hasta usted, General- tiene derecho a un debido proceso,
a un abogado, y si no lo tiene, el Estado o nosotros le podemos brindar
uno. Tiene derecho a apelar la merecida y siempre insuficiente sentencia, a
guardar silencio, a una llamada... Recupérese pronto de salud, ojalá y se
mejore, para enfrentar el Nüremberg que tanta falta nos hacía a fines del
milenio.
No creemos en la razón de la fuerza, no somos dictadores, no seremos usted...
Por eso no va a ser ejecutado sumariamente, ni va a ser interrogado por la
DINA, ni fusilado sin más derecho que al alarido final. No va a ser quemado
vivo, ni le van a obligar a que cante rompiéndole los huesos de ambas manos
o sacando sus uñas con alicates. No le van a confinar a la isla de Dawson,
ni van a a amontonarlo entre centenares de cadáveres en los camerinos de un
estadio. No va a ser desaparecido ni enterrado en fosas clandestinas o
metido con otros Generales, de dos en dos, en un ataúd.
Tiene derecho a un juicio justo. Usted, hasta usted, General, tiene ese
derecho que usted, General, negó a todos los muertos de septiembre y del
tiempo en que duró su noche.
Salud y serenidad, General, que mucha falta harán en los días por venir...
Alexis Ponce
Vocero APDH
Desde: APDH apdhec@hotmail.com
From: Comité Internacionalista Arco Iris ale.ramon@numerica.it
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