Tlahui-Politic. No. 8, II/1999


Defensores de la guerra y partidarios de la Paz

Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Colombia, a 5 de Noviembre, 1999. COLOMBIA: "Defensores de la guerra y partidarios de la Paz". Por Sergio Ramírez.

Distintos y poderosos intereses tratan de imponer una salida militar al conflicto interno colombiano. Por lo consiguiente, los enemigos de la paz son poderosos. La solución política al conflicto Colombia no se ve cada vez más distante, gracias a las iniciativas de paz de la insurgencia y de las organizaciones populares de ese país. Pero, paralelamente, la generalización de la guerra aparece cercana por el negocio que ella representa, a pesar de los grandes esfuerzos y diferentes expresiones de lucha de los partidarios de la paz.

Lograr una paz con justicia o una solución guerrerista en Colombia, depende, fundamentalmente, de la correlación de fuerzas política-militar que imponga una u otra salida al actual conflicto. Por eso, es necesaria una identificación nítida de los que sustentan esas antagónicas posiciones.

¿Quiénes son los sectores interesados en una solución militar en Colombia? El espectro social de los "guerreristas" es muy amplio. Involucra desde los fabricantes de armas, que buscan ampliar mercados y ganancias a costa de vidas humanas, hasta la ultraderecha oligárquica que rechaza cualquier transformación que puede significar paz con justicia, porque ello significaría pérdida de parte de su poder actual y de las facilidades que se le otorgan para enriquecerse cada vez más. Junto a ellos, los capos del narcotráfico, las bandas asesinas de los narco-paramilitares y los mandos castrenses, que se benefician con la existencia de un Estado corrupto y de una clase política subordinada a tales espúreos intereses. Ante tal situación, se puede sostener que se aproximan momentos difíciles para el pueblo colombiano. Está en manos de los movimientos insurgentes, de la izquierda política y de los defensores de la paz, derrotar la estrategia de guerra y la intervención norteamericana en los asuntos internos. Ellos son los únicos capaces de aplastar a los interesados en provocar la muerte, de crear las condiciones de lucha y de elevar la confianza del pueblo colombiano para que logre la superación del conflicto actual, de hacer posible la construcción de la paz con justicia, que conlleva cambios radicales para solucionar los graves problemas económicos y sociales que afectan a la mayoría de los habitantes de Colombia e instalar un nuevo sistema basado en una democracia real.

Lograr tal concepto de paz no será fruto exclusivo de conversaciones al margen de las sociedad civil y de sus organizaciones populares, como tampoco depende de la aparente y publicitada buena disposición de algunos de sus actores. La realidad es más compleja. En ella están presente los fabricantes de armas, que tratan de estimular la regionalización de la guerra para ampliar sus mercados de la muerte; el Pentágono y la administración norteamericana que estimulan la guerra para consolidar su presencia hegemónica en su "patio trasero", quedarse en Panamá e instalar nuevas bases militares para proteger su dominación neocolonial. La salida militar al conflicto colombiano está, también, en la agenda de intereses de las transnacionales. Tales sectores señalan la senda que recorren las maniobras del imperio para alcanzar una salida militar al conflicto armado de Colombia.

EL IMPERIO JUEGA SUS CARTAS POR LA GUERRA

La visita de Barry McCaffrey, jefe de la Oficina Nacional de Control de Política de Drogas de EEUU, a Brasil, Bolivia, Perú y Argentina, puso más en descubierto los planes norteamericanos para coordinar una intervención militar, dirigida a "pacificar" Colombia, bajo la apariencia de una "cruzada antidroga". Para ello, según Frecuencia Latina, una cadena de televisión que tiene estrechos lazos con el servicio de inteligencia militar de Perú (SIN), McCaffrey había instado a los presidentes de los 4 países a participar en una intervención militar internacional contra las FARC. Los planes de la Casa Blanca, revelados por la cadena de TV, señalan que el presidente Pastrana intentará llegar a un acuerdo con las FARC. Si éste no se alcanza para comienzos del año 2000, declararía el estado de guerra en Colombia y pediría una intervención militar regional. A esta fuerza se unirían 5 batallones colombianos que actualmente están siendo entrenados por asesores norteamericanos. Acción que sería apoyada por naves de guerra de EEUU.

Para asegurar el éxito de la operación intervencionista, todos los aliados son buenos. McCaffrey mantuvo conversaciones privadas con Vladimiro Montesinos, director del SIN, uno de los principales violadores de los DD.HH. en Perú, vinculado al tráfico internacional de drogas. El gobierno del tiranuelo Fujimori ya ha desplegado 5.000 soldados en la frontera colombiana, así como 4 buques de guerra con unidades de infantería de marina y de las Fuerzas Especiales. Además, los planes para estrechar los lazos militares intervencionistas entre EEUU y Argentina, se consolidaron durante la gira de McCaffrey. El presidente Ménem, había declarado que estaba dispuesto a enviar tropas ("Si Colombia lo pide, Argentina será solidaria y estará allí"). También McCaffrey se reunió con el derrotado candidato peronista, Eduardo Duhalde, y con Fernando de la Rúa, el electo presidente en reemplazo de Menem. Durante su visita, McCaffrey habló sobre el despliegue de una "delegación del ejército" de EEUU. Prefirió utilizar esa terminología, en lugar de "base militar".Las leyes argentinas prohíben la presencia de tropas extranjeras en su territorio. La gestiones de McCaffrey estaban apoyadas por el deseo de Menem de que Argentina sea aceptada en la OTAN. Aunque hasta ahora no ha tenido éxito, facilitar las instalaciones militares demostraría que el gobierno de Menem se toma en serio la pertenencia a la Alianza Atlántica.

IMPUNIDAD A LAS BANDAS ASESINAS

Los sectores partidarios de la guerra contra todos los opositores, están impulsando a nivel superior el plan de exterminio total. La guerra sucia sigue adelante. Tratan de extenderla a todo el país. Nadie la ataja, porque no está en los planes de los administradores del Estado hacerlo. Los militares y sus socios de las bandas paramilitares apuntan a todo el pueblo, se guían por los manuales de la Escuela de las Américas y las órdenes de sus asesores norteamericanos: "El enemigo interno" está en todas partes. Hay que asesinarlos para amedrentrar a los que piensan distinto o que desean la paz. Los modestos campesinos han estado permanentemente en las miras de sus armas. En los últimos ocho años, casi 5 mil han sido masacrados y 16.216 civiles muertos, además de activistas de izquierda, líderes de organizaciones sociales y defensores de los DD.HH.

La impunidad de los asesinos es absoluta. Las bandas paramilitares son parte importante en la estrategia genocida del Estado. Por eso, éste los protege con la impunidad. Operan en plena libertad. Cuentan con aportes de inteligencia, logística y refuerzos de tropas, que le brindan los aparatos represivos del Estado. Hechos que se comprueban a diario en sus desplazamientos por el país, en las ejecuciones y masacres que realizan y en la "exportación" de estupefacientes al "libre" mercado mundial, para financiar sus actividades criminales e ingresos personales, que comparten con los corruptos jefes castrenses.

IMAGEN DE PAZ, ANTESALA DE LA GUERRA

El discurso de paz del presidente Pastrana, con declaraciones en contra de la intervención militar, condenas a las atrocidades de los grupos paramilitares y a la complicidad de "algunos" militares en la guerra sucia, no resultan creíbles para amplios sectores sociales colombianos. Los hechos concretos y porfiados demuestran, en la práctica, que sus reales intenciones están más en correspondencia con los planes del Departamento de Estado norteamericano, con los intereses de los grupos económicos y de la oligarquía financiera. Sus discursos de paz no se traducen en formales hechos de paz, cuando mantiene una actitud complaciente con los sectores y organizaciones, políticas y militares, responsable de la guerra sucia que desangra a Colombia.

Muchos indicios hacen prever que Pastrana va actuar, en última instancia, según el pensamiento de la administración Clinton. No es descartable que llegará el momento de que quite los afeites con que ha embellecido su discurso para vender una imagen de paz, como antesala de la estrategia de guerra total, que pugnan por imponer los beneficiados con la guerra y que fueron artífices de su elección como presidente.

Ante el proceso complejo que enfrenta el pueblo colombiano y sus organizaciones insurgentes y populares, es necesaria la solidaridad de los internacionalistas y de los pueblos hermanos. Se debe apoyar con más fuerza su derecho a definir por sí mismos el conflicto y su futuro; condenar la campaña de los EE.UU.de tratar de presentar a Colombia como una amenaza para los países vecinos y rechazar sus maniobras intervencionistas actuales, que son nuevas manifestaciones de una historia ya conocida por los colombianos y demás pueblos de la región.

EE.UU. SIEMPRE HA INTERVENIDO EN COLOMBIA

El presente intevencionista de EE.UU. está fundamentado en la antigua "Doctrina Monroe" de América para los norteamericanos. En efecto, los países latinoamericanos han sufrido la intervención norteamericana desde el siglo pasado, desde el mismo instante de sus luchas emancipadores del régimen colonialista impuesto por sus "descubridores". Sólo Cuba Revolucionaria representa una honrosa excepción, a partir del triunfo de su revolución. En el presente, el imperio amenaza detener los cambios a que aspira mayoritariamente el pueblo venezolano e interviene descaradamente en Colombia. Intervención que siempre ha estado presente en este país. La historia ratifica esta afirmación. Algunas de sus páginas indican que a comienzos de siglo, EEUU. intervino en Colombia para tratar de apoderarse del istmo de Panamá, donde construyeron el canal del mismo nombre, con propósitos estratégicos militares, de hegemonía política y de insaciable afán de ganancias de sus grupos económicos. Además, que a comienzos de los años 60, elaboran e implementan el plan LASO, para exterminar la resistencia campesina, en Pato, Guayabero y Río Chiquito, obligando a la creación de las guerrillas de las FARC como respuesta revolucionaria a sus intentos criminales de genocidio. Saltándonos varias páginas, que registran similares intervenciones, comprobamos que en 1962, el gobierno norteamericano envía al general Yarbourough, con un equipo de especialistas, para adiestrar a las FF.AA. colombianas, creándose la Escuela de Lanceros, donde se forman especialista en "lucha contrainsurgente". Alos asesores diseñan y organizan las denominadas "patrullas civiles", antecesores de las bandas paramilitares del presente. Finalmente se comprueba que EE.HH., bajo el cínico pretexto de una lucha anti-drogas, ha asignado millones de dólares, centenares de asesores militares, moderna tecnología de guerra, etc., a los aparatos represivos del Estado colombiano para fortalecer su guerra contra el pueblo en general y, en forma particular, contra la insurgencia, bajo el pretexto de combatir el narcotráfico. Mientras mantiene en la impunidad a capos norteamericanos de la comercialización, de la venta de drogas, que se quedan con el 80% de las altísimas ganancias que produce la actividad que dicen combatir. Así, el cinismo de los moradores de la Casa Blanca queda al descubierto: Absoluta impunidad para sus organizaciones mafiosas de traficantes, "Certificaciones" para premiar o castigar el grado de subordinación a sus chantajes.

EL ÚLTIMO PELDAÑO: LA INVASIÓN

Actualmente, en su escalada de intervencionismo, a EE.UU. le falta que ascienda al último peldaño: la invasión militar. Ella no se puede descartar. Los partidarios de la guerra difunden falaces argumentos para justificarla. Trabajan para que se condene a Colombia como un "grave peligro para la región"; califican al movimiento guerrillero como "bandas de narcotraficantes y terroristas"; denigran al pueblo colombiano al calificarlo de ser "incapaz para resolver sus problemas, intentan hacer creer a la opinión pública, interna e internacional, que las tropas norteamericanas y sus cipayos latinoamericanos son la única salvación para "los colombianos de bien" y para poner fin a las "amenazas" contra la paz de otros países "democráticos" de la región, incluido los propios EE.UU. Su ofensiva propagandística ha puesto de actualidad, de "moda", el tema de la "intervención". Ello es parte de una estrategia publicitaria para lograr insensibilizar a la opinión pública y crear el ambiente psicológico y la pasividad cómplice, que sean favorable para una probable invasión de Colombia, de tropas multinacionales (Panamá, Ecuador, Perú, Argentina), dirigidas desde el Pentágono y la Casa Blanca.

A EE.UU. no siempre le ha ido bien en sus aventuras de gendarme internacional. Vietnam y Cuba son dos ejemplos de fracasos de sus aventuras guerreristas. Además, saben que el pueblo colombiano, encabezado por sus destacamentos revolucionarios y organizaciones patriotas y democráticas, tiene una poderosa fuerza que proviene de su dignidad, puesta a prueba durante toda su historia político-social y, especialmente, en los últimos 40 años de lucha revolucionaria. Una invasión provocará el estallido incontrolable e invencible de los sentimientos de autodeterminación y de soberanía, junto a los sentimientos anti-norteamericanos de los pueblos que han sufrido bajo sus acciones neocolonialistas. Así, es posible que el conflicto se extienda a otros países de América Latina Nadie desea que se concreten los designios de intervención, de invasión, de EE.UU. y sus aliados. Pero, es necesario, no sólo visualizar su probable realización, sino que, también, es obligación prepararse para enfrentarla como amenaza y peligro real que se cierne sobre Colombia y las luchas libertarias y por cambios radicales de las organizaciones de izquierda, revolucionarias, de toda la región.

From: Comité Internacionalista Arco Iris ale.ramon@numerica.it
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