Tlahui-Politic. No. 8, II/1999
Preparativos De La Intervención Militar En Colombia
Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Colombia, a 5 de Septiembre, 1999. COLOMBIA: Preparativos De La Intervención Militar En Colombia, por Sergio Ramírez.
LOS PLANES DE DOMINACIÓN DE EE.UU. SOBRE LOS PAÍSES DE AMÉRICA LATINA
CUENTAN CON EL RESPALDO DE GOBERNANTES TÍTERES. SUS PRETENSIONES DE INVADIR
COLOMBIA Y LOS PREPARATIVOS BÉLICOS EN MARCHA, SON EVIDENCIAS
INDESMENTIBLES DE TALES DESIGNIOS DEL GENDARME INTERNACIONAL Y DE SUS
LACAYOS. ELLOS PUEDEN SER DERROTADOS POR LA LUCHA REVOLUCIONARIA DE LOS
PUEBLOS LATINOAMERICANOS MEDIANTE LA CREACIÓN DE NUEVOS VIET NAM.
La mayoría de los gobiernos latinoamericanos han aplicado, en el último
tiempo, medidas de estado de sitio para enfrentar el ascenso de la lucha
reivindicativa, los levantamientos populares, la ofensiva de las guerrillas
de las FARC y del ELN en Colombia, etc. En este retorno a la represión
sistemática, propia de los períodos de dictaduras militares en la región,
EE.UU. desempeña un rol estelar, al igual que el en el pasado reciente,
bajo modalidades diferentes para afianzar sus postulados e ideología de
dominación que impida que los pueblos latinoamericanos enarbolen un nuevo
proyecto anticapitalista de las mayorías nacionales, en lo que considera su
"patio trasero". Lo cual no significa que ha abandona definitivamente
recurrir a la instalación de dictaduras militares, al estilo de los años
60-70. Sólo se trata de que el imperio opta, en la presente etapa, por la
instauración de la dictadura económica de sus transnacionales y de los
grupos nativos, en vez de la dictadura abierta de las bayonetas. Pero tal
dictadura, conduce inexorablemente a la aplicación del terrorismo de
Estado, porque sus efectos de explotación, miseria y marginación de
millones de latinoamericanos, en el marco de sociedades reguladas por
raquíticas democracias burguesa, impulsa a los pueblos a una lucha frontal
contra los sistemas de dominación imperantes.
La intervención militar directa de EE.UU. en Colombia y Panamá y sus
amenazas indirecta sobre Venezuela son manifestaciones concretas de sus
planes de dominación. Su prepotencia de gendarme internacional es
descarada. Madeleine Albright, secretaria del Departamento de Estado y una
de las principales impulsoras de la agresión militar a Serbia, ha declarado
que EE.UU. va a compartir su inteligencia militar con las FF.AA de
Colombia. La verdad es que desde hace años existe tal cooperación con esos
militares que están vinculados al narcotráfico, a los escuadrones de la
muerte y a las peores violaciones a los DD.HH. en la región. Además, el
aporte de 500 millones de dólares a los narco-generales colombianos, para
que puedan ser más eficientes en su tarea de asesinar a campesinos
indefensos y a militantes de las fuerzas populares, y el apoyo abierto de
los republicanos y demócratas del Congreso a la intervención militar en la
región, son señales inequívocas del regreso a la situación represiva de los
de los años sesenta.
ES INHERENTE A SU ESENCIA IMPERIALISTA
La acción intervencionista de EE.UU. es inherente a su esencia imperialista.
Sus agresiones se proyectan en todos los países del mundo. La historia de
América Latina es, en gran medida, la constatación de tales crímenes. La
intervención norteamericana en la zona data desde el siglo pasado.
Fundamentado en la doctrina Monroe ("América es de los norteamericanos")
mantiene intervenido a los países de la región, con la honrosa excepción de
Cuba Socialista. En efecto, a comienzos de siglo invadieron Colombia, para
apoderarse del Istmo de Panamá, donde construyeron el canal con claros
propósitos estratégicos políticos, económicos y militares. A comienzos de
los 60, diseñan e implementan el plan LASO, con el cual intentan exterminar
la resistencia campesina en Pato, Guayabero y Río Chiquito. Producto de
esta acción criminal, nacen las guerrillas de las FARC como una respuesta
revolucionaria del pueblo colombiano. El recuento de las agresiones e
intervenciones yanquis en Colombia no terminan ahí. En 1962, el general
norteamericano Yarbourough, con un equipo de instructores militares,
diseña, organiza y financia grupos paramilitares. Además, en la misma
época, EE.UU. crea la escuela contra insurgente de Lanceros, en la ciudad
Cundinamarquesa de Tolemaida, y le da vida a las llamadas "patrullas
civiles", antecesoras de los narco-paramilitares de hoy.
En el presente, con el pretexto de su lucha anti-drogas, EE.UU. ha destinado
a Colombia de millones de dólares, centenares de asesores militares, así
como moderna tecnología dedicada, en la práctica, a la acción
contra-insurgente. Mientras que los capos narcotraficantes norteamericanos
operan libremente en todo su territorio y se quedan con el 80% de las
siderales ganancias que produce el narcotráfico, los gobernantes de los
EE.UU. tienen el cinismo de calificar la conducta antidrogas del resto de
países del mundo, mediante su "Certificación", y premiar o castigar, según
sea el grado de sometimiento a sus chantajes, mientras los agentes
estadounidenses son recibidos en Colombia como reyezuelos a los que se le
tributa todo tipo de honores, a pesar del descaro de sus afirmaciones de
que sus aviones controlan el territorio de esa nación y han realizado mas
de dos mil sobrevuelos, en los últimos meses, con el beneplácito de
gobernantes y oligarquía financiera local. Así queda demostrado que la
intervención norteamericana en Colombia ha estado presente desde comienzos
de siglo y las amenazas del presente son sólo una continuidad lógica para
el gendarme internacional. En efecto, su vocera Madeleine Albright,
Secretaria de Estado, dijo a "The New Yorl Times" que "los problemas de
Colombia se extienden más allá de su frontera y tienen implicancias para la
seguridad y la estabilidad regional" y que que Pastrana "necesita - y
merece- un respaldo internacional que enfoque más allá de la interdicción y
erradicación de la droga". Además de considera correcta la política del
presidente colombiano de iniciar conversaciones de paz, advierte que "la
pregunta es si él podrá llegar a alcanzar una combinación de presiones e
incentivos que motiven una respuesta de la guerrilla", y que: "los
esfuerzos de paz deben ser liderados por los propios colombianos", pero
"entre los heroicos riesgos que Pastrana ha emprendido, es decisivo que él
decida a qué zanahorias y a qué garrotes debe echar mano".
REDISTRIBUYE SUS FUERZAS MILITARES
El tema de la "intervención" en Colombia se ha puesto de moda, gracias a
una gigantesca campaña publicitaria desatada por EE.UU. y la reacción
mundial, con el objetivo desinformar, tergiversar, insensibilizar,
adormecer a la opinión pública y crear el clima favorable para una invasión
a ese país. Los pretextos son múltiples para tratar de justificarla:
Colombia un grave peligro para la región; el movimiento guerrillero está
integrado por narcotraficantes y terroristas; los colombianos no son
capaces de resolver sus problemas; los norteamericanos son la única
salvación para "los colombianos de bien" y del resto de países de la zona,
son algunas de las falacias del libreto publicitario, que no engaña al
pueblo colombiano, a los patriotas, demócratas y a los revolucionarios. Por
lo cual, una invasión extranjera armada, detonará los sentimientos de
autodeterminación, independencia y antinorteamericanos y el conflicto se
podría extender a otros países de América Latina. Las organizaciones
insurgentes han claramente establecido que ni ello ni el pueblo desean que
se produzca la invasión, pero que es obligación revolucionaria y patriótica
prepararse para enfrentarla como un peligro y amenaza real para la Patria.
EE.UU. reorganiza sus fuerzas militares para afianzar su dominio en la
región y preparar la intervención en Colombia. Muchos incautos creyeron que
el el vencimiento del contrato de administración del Canal de Panamá,
significaría el retorno de las fuerzas armadas a EE.UU. Tales sueños han
terminado. El Secretario de Defensa norteamericano ha dicho: "Ni un sólo
soldado regresará a Estados Unidos, pues tienen muchas tareas que cumplir
todavía", mientras que Clinton y Cohen han establecido que se hace
necesario "fortalecer la presencia militar norteamericana en el
continente". Se han impuesto tales determinaciones. Distribuirán 15 mil
soldados en la zona caribeña y en la frontera del sur de Colombia, en un
acto envolvente sobre este país. Además con el reciente triunfo electoral
de los sectores más reaccionarios en Panamá, se fortalecieron los intentos
intervencionista de Washington. La nueva presidenta, Mireya Moscoso ha
aceptado la permanencia de 3.300 soldados norteamericanos hasta después del
año 2 mil, con el pretexto de que se quedaran a "limpiar el terreno
contaminado y minado de las bases", además el despliegue de una Fuerza
Militar conjunta de 2000 uniformados en la frontera con Colombia, con el
pretexto de la presencia de grupos armados de las guerrillas de este
país. "La primero que tenemos que reforzar es nuestra frontera y segundo
darles el entrenamiento adecuado que necesitan nuestros policías", ha
sostenido, reverentemente la presidenta panameña. Al mismo tiempo, Puerto
Rico se está convirtiendo en el centro de mayor concentración de recursos
militares estadounidenses en Latinoamérica. Se prepara así para asumir el
papel que ha desempeñado Panamá durante los últimos 50 años. Será el "nuevo
hogar", desde el 31 de diciembre, de 25 mil "empleados" del Departamento de
Estado norteamericano, en su mayoría soldados y miembros de Fuerzas de
Acción Rápida Será una "cabeza de playa" para un ataque e invasión a
Colombia y un centro de permanentes provocaciones contra Cuba.
En estos
preparativos del imperialismo no podía estar ausente uno de sus más fieles
sirvientes. "Si Washington necesita la cooperación argentina, aun cuando
fuere en una intervención bélica en Colombia, Menem se la dará sin duda
alguna", declaraban voceros del Gobierno argentino al diario La Nación de
ese país. Para tales efectos, ya se han aprobado varios convenios de
"cooperación estratégica, asesoría, compra de armamento y algunos aviones
para la modernización del Ejército", según portavoces del Ministerio de
Defensa argentino.
DECLARACIONES DE UN AGENTE DE LA CIA
La instalación de tropas norteamericanas en nuevos centros estratégicos de
control e intervención se realiza con asombrosa celeridad. En Aruba y
Curazao se han reubicado ya 1. 830 Infantes de Marina de EE.UU, se adaptan
terrenos, construyen campamentos y se ha concentrado material bélico,
lanchas, helicópteros. Además, deberán instalarse 2.700 unidades de las
Fuerzas Especiales del Canal. Mientras que en Honduras han habilitado la
base Soto de Cano, construyen nuevas pista y alojamientos y trasladado
helicópteros y cerca de mil unidades.
En Perú y Ecuador, países ya comprometidos en la fuerza conjunta de
agresión en la frontera del sur de Colombia, se están concentrando los
pertrechos bélicos y el mayor número de Fuerzas Especiales. Las
declaraciones de Montecinos, del Jefe de Inteligencia del Gobierno Fujimori
y agente de la CIA desde los 70, han ratificado la existencia del plan de
invasión a Colombia, en el que "Perú y Ecuador tendrían rol protagónico en
una eventual operación multilateral para ayudar en la lucha contra la
subversión". Además, señaló que la participación de esos países sería "por
invitación de Colombia" y podría realizarse en forma de incursiones
directas contra los campamentos de las FARC en las fronteras de los dos
países y, además, mediante vigilancia de las zonas donde el ejército
colombiano haya expulsado a la guerrilla.
En la operación participarían 120
mil hombres, en un período de 45 a 60 días, "sin posibilidad de
negociación". A estas tropas se sumarían dos divisiones aerotransportadas,
dos fuerzas especiales del ejército de tierra, tres divisiones de marines y
200 aviones C-5 y C-141. El plan incluiría, también, "una amplia gama de
tareas iniciales como patrullas de reconocimiento y movilizaciones
navales", afirmaba el principal colaborador del dictador Fujimori. A
estos antecedentes de Montecinos, se debe adicionar lo señalado en un
cable, de enero de 19989, del servicio de informaciones del Pentágono: "Si
hay que impedir el tráfico aéreo o derrotarlos en la selva o en el río, el
equipo norte-suramericano lo hará" En esa fecha se comenzaba a instalar la
base de entrenamiento de combate naval "Riverine" en Iquitos, Perú, y la
Escuela de Selva del Ejército Ecuatoriano en El Coca, por acuerdos
suscritos en 1997 (después de finalizado su conflicto fronterizo). Las dos
bases, que son financiadas por el Departamento de Defensa de Estados Unidos
y cuentan con dependencias y dormitorios exclusivos para los contingentes
norteamericanos de las Fuerzas Especiales Operativas.
LOS PREPARATIVOS PARA LA INTERVENCIÓN
En Colombia la intromisión norteamericana alcanza niveles antes
desconocidos, todo bajo la cobertura de lucha contra el narcotráfico. La
mayor cantidad de asesores e instructores militares norteamericanos se
concentran en la base del ejército colombiano de Tolemaida (Tolima) y en la
sede del Comando Específico de Oriente, en Tres Esquinas (Caquetá). En
tales dependencias se distribuyen los 160 soldados y 30 civiles del
Departamento de Defensa de E. U. para entrenar y apoyar al Batallón
"Antinarcóticos" del Ejército. A estos grupos intervencionistas se debe
adicionar los "pilotos civiles", contratados por el Departamento de Estado
para tripular, controlar y determinar las operaciones represivas contra
campesinos y organizaciones insurgentes de los aviones y helicópteros de
apoyo a la Policía en Mariquita, San José del Guaviare y Puerto Asís.
Brasil, aunque no tiene en ejecución planes de las Fuerzas Especiales de
Estados Unidos en su territorio, comparten con Perú y Ecuador la
determinación de actuar coordinadamente en el plan de invasión a Colombia y
tendrá "una responsabilidad en el despliegue de las Fuerzas en el vasto
territorio de la amazonía", según indican fuentes castrenses. Avanzando en
tal perspectiva intervencionista, se ha determinado que, bajo el patrocinio
y financiamiento del Pentágono, en Ecuador entrenarían fuerzas militares
de Colombia, Ecuador y Brasil en técnicas de combate en selva, mientras que
en Perú lo harán para el combate ribereño. Las Fuerzas Especiales
norteamericanas proporcionarán la inteligencia de campo en "tiempo real",
que les permitirá ubicar sus objetivos sin "márgenes de error" y conocer
los movimientos estratégicos del "enemigo", a través de las señales de
radio en cuya captación son especializados la mayoría de aviones de
inteligencia desplazados a la Amazonía. Será una operación envolvente de
aniquilamiento, mientras se retiene y controla a la población civil, para
alejarla de la Insurgencia. Para ello, contarán con el apoyo y despliegue
de la Base Naval de Puerto Leguízamo, recién pertrechada. Mientras que en
la base de Tres Esquinas se ubicarían los grupos de asalto, tipo comandos,
especializados en lucha contrainsurgente.
La operación de intervención militar está en marcha. Sólo falta determinar
fecha y total de países y fuerzas integrantes que desatarán la guerra contra
el pueblo colombiano. Pero el imperio y sus subodinados no las tiene todas
consigo: los pueblos de la región puede crear muchos "nuevos Viet Nam", en
los que se estrellen los sueños imperialistas.
La región se encuentra inmersa en una gran contradicción. En los pueblos
latinoamericanos crece el anhelo de una nueva democratización en todas las
esferas de la sociedad y, por otra, avanza la preparación ideológica y
represiva de las elites capitalistas dominantes y subordinadas para abortar
ese renacimiento democratizador de la sociedad civil. Resolver esta
contradicción en favor de las mayorías es la tarea revolucionaria central.
En tal objetivo, nuevamente, la dinámica social de cambio es encabezada por
estudiantes, indígenas, mujeres y otros sujetos sociales no tradicionales,
junto a trabajadores, cesantes y marginados del sistema imperante, mientras
que los partidos políticos siguen hundidos en el pragmatismo y oportunismo
electoral y la clase intelectual mantiene su autoimpuesto estado de sitio
mental, generosamente compensada por cargos, becas, y demás beneficios
corruptores que le asignan los sectores burgueses que controlan los
aparatos estatales, ante el nuevo amanecer de lucha de los pueblos
latinoamericanos.
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