Tlahui-Politic. No. 8, II/1999


La elección presidencial y la posición del FPMR

Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Chile, a 9 de Noviembre, 1999. CHILE: FPMR: La elección presidencial y la posición del FPMR.

La elección presidencial y la posición del
Frente Patriótico Manuel Rodríguez
http://www.fpmr.com

En los últimos meses del año la situación política nacional se caracteriza por el desarrollo de variados sucesos que tienen que ver con los permanentes esfuerzos de los sectores políticos dominantes por consolidar la estabilidad política del sistema (la Mesa de Diálogo) a la vez que pugnan por demostrar quién es su mejor administrador y conductor, habiéndose establecido hace bastante tiempo el consenso entre la Derecha y la Concertación respecto al modelo de desarrollo económico a implementar.

En este último contexto situamos la elección presidencial; el escenario político - partidista acelera sus motores con vistas a la recta final de la campaña, e independientemente de su posición, todas las fuerzas políticas ordenan su agenda en función de este hecho, cada vez más este tema copa los medios de comunicación y la información cotidiana que recibe la gente, y desde luego nuestro entorno social no escapa a esa situación, generando en muchos la expectativa de conocer la opinión del Frente. Estimamos oportuno y necesario precisar la posición del FPMR en esta contingencia, posición que es coherente con nuestro análisis general de la realidad nacional y que en lo esencial hemos mantenido desde que comienza esta etapa de gobiernos civiles.

Sin pretender ahondar en constataciones obvias, haremos una panorámica de las candidaturas más importantes como referencia para nuestra posición:

En el bloque derechista vemos cómo el candidato Lavín acrecienta su carácter populista, preocupado de los "problemas reales de la gente" para así disfrazar su verdadero rostro fascista y cómplice de la dictadura y Pinochet.

Ricardo Lagos ha oscilado de acuerdo a las circunstancias entre un discurso que da garantías a los empresarios y los militares, y uno que hoy día plantea el crecimiento con igualdad, nada nuevo respecto al "crecimiento con equidad" de Aylwin, nada más que continuidad del neoliberalismo, proponiendo medidas que "humanicen" aspectos que hoy día son factor de desestabilización social.

Por otra parte, la candidatura presidencial de Gladys Marín es una aplicación de la estrategia de acumulación de fuerzas para la política de "Revolución Democrática" del Partido Comunista, a través de la vía electoral. Por primera vez en muchos años presenta el PC una candidatura propia, lo cual es un giro que aspira a lograr beneficios directos para la estrategia partidaria. Ello no les ha impedido levantar el discurso de que la campaña contribuye al fortalecimiento de la izquierda chilena, y de hecho a su candidatura la denominan "La Izquierda", a pesar de que hay fuerzas políticas de ese pensamiento que hoy han tomado otras opciones, entre otras el MIR (dirigido por Demetrio Hernández), la Izquierda Cristiana, el colectivo "Surda", que en particular impulsan el voto nulo.

¿Cuál es la posición del Rodriguismo en estas elecciones?

Dado que este es un tema complejo en el ámbito de la izquierda -donde no han estado ausentes el consignismo, la superficialidad o los prejuicios- y con el propósito de fundamentar de mejor forma nuestra posición, es que como introducción nos referiremos en términos generales a la situación del movimiento popular en el ámbito político partidario:

Nos encontramos en el final de un ciclo originado luego del plebiscito del 88, del cual habrá que sacar conclusiones y proyecciones estratégicas, especialmente acerca de los caminos de construcción de una alternativa revolucionaria.

En este ciclo se aprecia por un lado, la aplicación por la izquierda tradicional de una política de acumulación de fuerzas en el terreno electoral, de inserción en la institucionalidad heredada de la dictadura como medio de propugnar y materializar un programa de cambios, y donde las luchas sociales y reivindicativas buscan ser capitalizadas en dicha arena. Esta política no ha podido demostrar frutos reales por al menos tres razones:

En primer lugar el actual sistema está diseñado para cerrar el paso o bien absorber expresiones alternativas en el terreno electoral, en cuya legalidad no existen las mínimas garantías para la expresión de la soberanía popular.

En segundo lugar, no ha existido una coherente conducción y una expresión organizativa amplia que vaya más allá de espacios coyunturales, superestructurales, funcionales a una política donde la acumulación no tiene que ver con cualificar y cuantificar las organizaciones populares, sino sumar militantes o votos a un partido.

En tercer lugar lo más importante, que implica considerar que no se trata sólo del análisis de una coyuntura particular, o de condiciones más o menos favorables para la participación en las elecciones. El problema de fondo radica en el análisis concreto de la experiencia histórica, de la realidad institucional y de la práctica política en Chile, el cual nos demuestra la inviabilidad de generar y acumular desde dentro de la legalidad dominante una fuerza política y social popular real que logre los profundos cambios que la sociedad requiere. El principal ejemplo de lo anterior está en la experiencia de la Unidad Popular, proceso que fue la culminación de decenas de años de una estrategia de acumulación electoral, la cual en un solo día es destruida, y a ello contribuyeron las carencias y absolutizaciones respecto de las vías, formas y carácter de la acumulación de fuerzas, de la caracterización política de la burguesía y las Fuerzas Armadas chilenas.

Por otra parte, las organizaciones revolucionarias que desde el principio de la transición pactada mantuvimos una lucha frontal incluyendo el accionar armado contra este proceso negociador, y no nos insertamos en el sistema político establecido en éste, enfrentamos sendas situaciones de crisis producto de las diversas limitaciones, ausencias y errores de nuestras concepciones y estrategias, principalmente por la rigidez de un pensamiento que no tomó en cuenta las nuevas condiciones de la lucha luego de 1988, y además nos enfrentamos al perfeccionado accionar represivo de los gobiernos civiles. Se produjo entonces tanto la desarticulación, la dispersión o la sería disminución de la capacidad política y militar de dichas organizaciones. Comienza luego un proceso de búsqueda de nuevas experiencias y horizontes político - ideológicos, de evaluación y proyección para abrir paso, con nuevas y mejores herramientas, a nuevos y mejores intentos para la lucha revolucionaria.

En dicho proceso de búsqueda se enmarcan los criterios que definen nuestra posición respecto a las elecciones municipales, parlamentarias o presidenciales.

Esta autodenominada "democracia representativa" favorece a sectores minoritarios de la población, que ejercen efectivamente el poder (la llamada clase política) y toma las decisiones basándose en acuerdos, negociaciones y consensos entre dirigencias. Las elecciones son una formalidad en que generalmente se busca ratificar dichos acuerdos en un contexto en que la actividad político partidista no se preocupa de la participación, la educación o siquiera la información de la población, los partidos son aparatos, un fin en sí mismos y el pueblo es un objeto.

Esta institucionalidad responde a intereses antipopulares, por lo que no participamos ni participaremos en uno de sus principales mecanismos de legitimación como lo es la elección presidencial, puesto que sería contradecir nuestra propia concepción acerca del origen de los cambios sociales. Nuestra participación en coyunturas como la electoral se reduce a considerarlas como un momento propicio para profundizar la denuncia a los efectos del sistema sobre la población (los cuales permanecerán luego de las elecciones), sus responsables y los pasos que hay dar desde la base social para organizar la resistencia y la fuerza popular.

Entonces, no somos ni seremos parte de ningún comando, comité, coordinadora, etc. que exista dentro del marco de estas elecciones, incluyendo aquellos creados para impulsar el voto nulo. Este último tipo de voto no puede hoy ser endosado automáticamente a los tardíos esfuerzos o convocatorias que desde mesas políticas se han realizado, la masiva anulación del voto es una realidad política-social propia de estas "democracias neoliberales" que hoy existe independientemente de nuestra voluntad, por lo que sería oportunista adjudicarlo a tal o cual iniciativa central o campaña político partidista sobre todo tomando en cuenta nuestro actual estado de debilidad como sectores políticos antisistémicos. Sin embargo, creemos necesario precisar que no inscribirse, no votar o anular, son legítimos como expresión de protesta individual y consciente, y no constituyen necesariamente una posición apolítica ya que no hay que confundir una opción u opinión política con el apoyo a determinado partido.

En todo caso, lo más importante y lo central de nuestra posición es el rechazo al sistema, su institucionalidad política y jurídica (en la cual se enmarcan las elecciones), y su modelo económico. Nuestra posición no proviene del principismo o del dogmatismo con respecto a las formas de lucha, al contrario, pensamos al respecto que por muchos años se ha buscado encasillar al movimiento popular en una forma de expresión, como si todo lo que esté por fuera de la política electoral sea marginarse o excluirse de la política en sí, descartando la posibilidad de otras estrategias de acumulación de fuerzas.

La opción del Rodriguismo

Lo que más nos interesa en esta coyuntura, aparte de difundir nuestros análisis y opiniones, es profundizar el conocimiento y aplicación de nuestra opción política permanente. Para nosotros la participación y la actividad política popular no concibe al voto como herramienta y el acceso a las alcaldías, al parlamento o la presidencia como objetivos principales. Sea cual sea el resultado de la elección presidencial y la situación política que de ella se derive, pensamos que las necesidades y tareas generales y fundamentales de los rodriguistas como parte del mundo popular seguirán siendo privilegiar nuestro fortalecimiento interno y el trabajo propio de inserción en la base, en donde se puede hacer efectiva una participación y representatividad popular, contribuir a la creación y fortalecimiento de organizaciones, y encauzarlas por la vía de la lucha reivindicativa, enriquecida con un trabajo constante de propaganda, educación y cualificación, para preparar mejores dirigentes o cuadros en la base social y politizar en el buen sentido de la palabra, las luchas parciales o reivindicativas de la actualidad.

Lo anterior significa trabajar con perseverancia para instalar la convicción de que sin organización, sin movilización, sin lucha, no habrá mejoras sustanciales en la situación de los derechos de las personas, que la lucha por la justicia social requiere cambios políticos profundos en nuestra sociedad, o sea, no habrá una auténtica democracia mientras exista la superestructura política y jurídica heredada de la dictadura militar y plasmada en la Constitución del 80, mientras exista impunidad, presos políticos, exiliados y perseguidos, mientras continúe siendo el mercado, el afán de lucro y la explotación el soporte de nuestras relaciones sociales.

Esta labor incluye crear condiciones, de acuerdo a cada realidad local, para abrir espacios a nuestro pensamiento como Rodriguistas y revolucionarios, mostrar que "la política" que la mayoría del pueblo conoce y repudia por corrupta, electorera y manipuladora, es la de los sectores que pugnan por administrar el modelo, pero es hora de retomar la iniciativa en la lucha ideológica, abrirle paso a otra política, la que está por los intereses de los explotados y marginados, y que por ellos mismos debe ser generada y ejercida, potenciada con los elementos que aporten las organizaciones políticas populares y enriquecida con el conocimiento de la experiencia e historia de las luchas de nuestro pueblo y las de otros pueblos en el mundo.

El sistema pretende que el pueblo carezca de su propia fuerza política, busca arrinconar y confinar al movimiento social a luchas puntuales y electoralistas que no cuestionen las bases del modelo en su globalidad, conflictos que generalmente administra y resuelve por la vía de negociaciones.

En los conflictos de tipo reivindicativo el Gobierno recurre a las mismas tácticas; combinando represión con negociación, buscando dividir a los movimientos sociales, cooptando a los más vacilantes, dilatando y desgastando con eternas "mesas de diálogo", o legitimando a un sector, con el cual negocia, y aislando a otros que representan una alternativa más consecuente, como ocurrió en el conflicto mapuche de los últimos meses. Esta táctica es favorecida por la falta de articulación, la dispersión que aún aqueja al mundo popular organizado y la poca solidaridad que en la práctica existe en las luchas sectoriales.

La etapa que se abre con el término del siglo se vislumbra como de continuación de las luchas sociales por el derecho a la salud, la vivienda, la educación, salarios dignos, contra las privatizaciones, la cesantía, la flexibilización del empleo o la persecución al sindicalismo. Las expresiones de estas luchas las hemos apreciado en los trabajadores, estudiantes, el pueblo mapuche y los pobladores, que han protagonizado movilizaciones con un mayor nivel de masividad no exentas de gran combatividad en algunos casos. Debemos analizar estos hechos objetivamente, sin sacar cuentas alegres o grandilocuentes, o sobredimensionar factores muy puntuales o coyunturales, pero también valorar las experiencias y capitalizarlas, sintetizar una práctica para enriquecer nuestra teoría, hacer camino al andar, superar las carencias y fomentar el entusiasmo y la confianza en las capacidades del pueblo.

Debemos también tener y hacer claridad de que el proceso de reorganización social y política popular no es un camino corto, no hay recetas mágicas, ni atajos, maniobras o pillerías que sustituyan el constante trabajo e intercambio en el seno del pueblo. Muchas de las organizaciones populares están atravesando hoy en día por procesos cuyo punto más crítico es la vinculación efectiva con las bases, hacer de estas instrumentos efectivos y representativos, no sólo por lo justo de su programa sino también por su funcionamiento, conducción y estructura internas, que deben ser coherentes con el carácter democrático de su plataforma y su opción de clase.

Por múltiples vías y formas se abre paso la necesidad de un proyecto político y social alternativo, las formas conocidas del quehacer político no han dado las respuestas esperadas, es necesaria una gran dosis de creatividad, flexibilidad y generosidad, pero a la vez de firmeza de principios, de convicción y claridad en los objetivos, para no caer en la tentación del cortoplacismo o la búsqueda de logros fáciles, que fácilmente se olvidan o son transados.

Ese es el esfuerzo principal del Rodriguismo en esta etapa, generar y abrir paso a este proyecto como forma de transitar a la nueva sociedad que la realidad exige.

From: Comité Internacionalista Arco Iris ale.ramon@numerica.it
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