Tlahui-Politic. No. 8, II/1999
Testimonio Personal de Marcela Rodríguez
Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Chile, a 3 de Noviembre, 1999. Testimonio Personal de Marcela Rodríguez Valdivieso, http://www.aldeaweb.com/chat/marcelarodri/index.htm
Me llamo Marcela Rodríguez. Nací en Santiago el 3 de marzo de 1953. Mi
padre es Ricardo, actualmente jubilado y mi madre, Pilar, dueña de casa.
Soy la segunda de tres hermanas.
Viví mi infancia en una población del sector Sur de Santiago. Mi padre,
como trabajador textil, nos procuró lo justo y necesario para vivir bien.
Con mi madre formaron un matrimonio que logró la armonía en el seno del
hogar. Mi niñez no fue muy distinta a la de otros hijos de trabajadores.
Terminé mi Educación Básica y Media en colegios fiscales, en donde los
maestros nos entregaron las herramientas necesarias para interpretar el
mundo, y las dedicadas enseñanzas de mi hogar, completaron mi formación. En
las tertulias familiares mi padre nos hablaba de la historia de Chile y del
mundo, y especialmente de la historia del movimiento obrero, pues él había
sido dirigente sindical en su juventud. La lectura y las experiencias
cotidianas contribuyeron también a mi formación.
A fines de los años sesenta participé activamente en los movimientos
juveniles de la época; formé parte de un conjunto folclórico y nos
presentábamos en distintas poblaciones. Participé también en grupos de
teatro, talleres muralistas y de discusión de la realidad política. Chile
vivía, a fines de los sesenta, una rica experiencia social en democracia,
con mucha participación de los jóvenes.
En 1973 tenía 20 años. El golpe militar encabezado por el General Pinochet
aplastó cruelmente no sólo mis sueños, sino el de todos mis compatriotas.
Comenzó una época de duros retrocesos en el campo de los derechos humanos
y una feroz represión en todos los ámbitos de la vida nacional.
Me integré a las fuerzas juveniles de resistencia a la dictadura, por el
derecho a la vida y a la participación democrática. En aquellos años
ingresé a la Universidad Técnica del Estado para estudiar Tecnología en
Tejido, estudios que no terminé ya que en 1976 contraje matrimonio y
comencé a trabajar, con mi marido, en una oficina de arquitectura en la
cual trabajaban 12 estudiantes; yo estaba a cargo de la parte administrativa.
Fue una época difícil; el país vivía una grave crisis económica, pero
continué participando en movimientos culturales en las poblaciones,
formando talleres infantiles, promoviendo actividades artísticas,
culturales y de discusión política.
En 1985, por razones de trabajo, nos fuimos a vivir a Ecuador, pero sólo
nos quedamos algunos meses ya que el clima afectó mi salud. De regreso en
mi país, volví a trabajar como secretaria. La situación política era muy
tensa, se habían iniciado las protestas generalizadas contra la dictadura.
Había cientos de presos políticos y relegados, además de los miles de
exiliados, muertos y desaparecidos.
El cambio de la dictadura a una democracia "protegida" modificó sólo
algunas cosas, los responsables de las violaciones de los derechos humanos
no fueron enjuiciados, sin embargo, los presos políticos de la dictadura
continuaron encarcelados hasta 1994.
El 14 de noviembre de 1990 fui detenida durante el rescate de un preso
político de la dictadura, para el cual me habían pedido que buscara una
casa. Hubo una balacera y fui herida por un disparo en la espalda que me
provocó la paraplejia que me afecta.
Pese a la gravedad de mi estado, me mantuvieron incomunicada en una celda.
Durante 15 días no me permitieron recibir la visita de mis familiares ni de
mi abogado. Debido a la falta de cuidados adecuados debí ser trasladada de
urgencia a un Centro Médico (Posta Central), con una septicemia
generalizada. Ello fue posible gracias a la toma pacífica de la sede de la
Cruz Roja Internacional, que hicieron mis familiares y amigos.
De vuelta a la cárcel viví aislada y en condiciones de estricta vigilancia,
lo que me afectó psicológicamente. Mi familia y un grupo de amigos, entre
tanto, hacían innumerables gestiones, tanto en Chile como en Europa, para
conseguir que se me entregara una atención adecuada, un trato justo, humano
y la libertad. Mi salud se resintió severamente y, finalmente, en enero de
1992, después de más de un año de encarcelamiento, me otorgaron la libertad
condicional.
Como en Chile no existe un centro médico público especializado en el
tratamiento de parapléjicos y mi familia no tiene recursos como para
atenderme en el sector privado, iniciamos la búsqueda de un tratamiento en
otros países.
Fue así como en abril de 1992 recibí una invitación del Hospital Ortopédico
Docente Frank Pais de La Habana, Cuba, que por mediación de la primera dama
de Francia, señora Danielle Mitterrand, me ofrecía un tratamiento de
rehabilitación integral. Pero la Fiscalía Militar demoró dos años en
negarme la autorización para salir del país.
En diciembre de 1998 el Centro Greverud Fysioterapi de Oslo, Noruega, me
ofreció un tratamiento de rehabilitación, pero las dos Fiscalías Militares
que me procesan me impusieron un obstáculo insalvable: el pago de una
fianza de 25 mil dólares (12 millones de pesos) para salir del país. De
este modo, en todos estos años he perdido dos posibilidades de acceder a
una rehabilitación integral. Diecisiete cirugías y otras tantas
hospitalizaciones han afectado mi salud física y psicológica, limitándome
para mejorar mi calidad de vida como persona discapacitada. Por otra parte,
la posibilidad de volver a la cárcel ha constituido una amenaza permanente
en todos estos años.
La Justicia Militar demoró casi 9 años en condenarme, manteniendo mi vida
entre paréntesis. En estas condiciones, decidí solicitar asilo político en
la embajada de Noruega o, en su defecto, asilo humanitario, dada la buena
disposición que demostró el gobierno noruego para recibir a presos
políticos de la dictadura que permanecieron en la cárcel hasta 1994.
Finalmente, quiero expresarles que conservo intactas mis esperanzas de
rehabilitarme físicamente, de poder valerme por mí misma y de mejorar mi
calidad de vida.
Marcela RODRÍGUEZ VALDIVIESO
Santiago, octubre de 1999
Nota del Comité de Familiares y Amigos de Marcela
Durante todos estos años, Marcela no ha dejado de participar en actividades
sociales y políticas, aportando con su presencia a la lucha por la libertad
de los presos políticos y por el restablecimiento de una justicia plena en
nuestro país, única forma de derrotar la impunidad.
Podemos dar testimonio de su fortaleza y amor a la vida, a pesar de los
intensos dolores físicos reflejos que sufre y a las permanentes
intervenciones quirúrgicas que ha debido enfrentar. Siempre ha sabido
sobreponerse, intentando en todo momento hacer una vida normal.
Durante los casi 8 años en que ha estado en libertad provisional, no ha
constituido jamás un peligro para la sociedad; tampoco se la ha acusado de
ningún otro delito. Además, ha tratado de reinsertarse en la vida laboral.
Trabajó en un taller de juguetes artesanales didácticos, de una empresa que
trabaja con personas discapacitadas. Este trabajo le permitía salir de la
casa y compartir con otras personas. Una nueva hospitalización le impidió
continuar trabajando.
También el amor ha estado presente en la vida de Marcela. Su alegría y su
belleza conquistaron a su compañero Julio, con el que comparte una hermosa
relación.
El 28 de septiembre Marcela decidió solicitar asilo político en la Embajada
de Noruega, ante la inminencia del que la Justicia Militar ordenaría su
detención, en virtud de un fallo que la condenaba a cumplir una pena de
prisión de 10 años y un día. En las condiciones en que ella se encuentra,
este encarcelamiento constituye una verdadera amenaza a su vida.
Pero el gobierno Noruego no acogió esta solicitud, aduciendo razones
diplomáticas. El 30 de septiembre Marcela debió abandonar la sede
diplomática, para ser trasladada, en calidad de detenida, al Hospital de
Infecciosos Lucio Córdoba de Santiago, donde se encuentra actualmente.
Santiago, octubre de 1999
Página WEB: http://www.aldeaweb.com/chat/marcelarodri/index.htm
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