EZLN: ¡Las Insurgentas!
Tlahui-Politic 9 I/2000. Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. México, a 11 de Marzo, 2000. MÉXICO: EZLN: ¡INSURGENTAS!
¡INSURGENTAS!
(LA MAR EN MARZO).
Carta 6.e.
A las que cayeron,
A las que siguen,
A las que vendrán...
Allá va mi carta cálida,
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.
Ave que sólo persigue
para nido y aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos,
y el espacio de tu aliento.
Miguel Hernández.
"Tardan las cartas y son poco
para decir lo que uno quiere".
Jaime Gil de Biedma.
Haciendo malabarismos con su nocturno sombrero, la liebre de marzo está
indecisa, No sabe aún si lloverse, o conformarse con dejar el cielo
manchado de tinta negra. Febrero ha quedado atrás, y con él sus propios
desconciertos de vientos, soles y lluvias. Ahora es el marzo femenino, el
del 8 y el del 21, el de las mujeres zapatistas, el de las insurgentas.
Ya antes he hablado de las mujeres insurgentes, las insurgentas, de
nuestro estar junto a ellas, de sus pequeños y grandes heroísmos. Cada 8
de marzo, los insurgentes nos ponemos frente a las insurgentas y les damos
el saludo militar. Por lo regular suele seguir una pequeña fiesta con los
magros recursos de nuestros campamentos de montañas. Desde los comienzos
del EZLN, las mujeres han estado en las montañas del sureste mexicano.
Conforme fue pasando el tiempo, más se fueron incorporando a ese pequeño
grupo delirante que el mundo conocería después como "Ejército Zapatista de
Liberación Nacional".
Hay cosas, pequeñas, cotidianas, que forman parte de la vida guerrillera y
que son como pequeñas cuotas que la montaña impone a quienes se atreven a
ser parte de ella. Conozco todas y cada una de esas dificultades, y sé
bien que para las mujeres son dobles. No porque nosotros las impongamos de
esa forma, sino por cosas que vienen de otras partes y otros tiempos. Si a
alguno le causa admiración el hecho de que alguien abandone su historia y,
como decimos nosotros, se "enmonte" eligiendo la profesión de soldado
insurgente, debería detenerse a ver a quienes hacen esta elección siendo
mujeres. Su admiración sería doble. Además de enfrentarse a un medio
físico que es particularmente agresivo, las insurgentas deben también
enfrentarse a un código cultural que, por encima de la división
mestizo-indígena, determina "espacios" (quiero decir actitudes, lugares,
cargos, trabajos, responsabilidades, y los etcéteras múltiples que agrega
una sociedad construida en la exclusión) que no son para mujeres. Si una
insurgenta piensa que bastante trabajo tiene al cargar, caminar, entrenar,
combatir, estudiar, y trabajar a la par de los varones, se equivoca.
Siempre puede ser peor. Y lo "peor" es, en nuestro caso, ser mando.
Mayoritariamente indígena, el EZLN lleva consigo no sólo la esperanza de
algo mejor para todos, también arrastra sinsabores y cegueras del mundo que
queremos dejar a un lado. Si en las comunidades indígenas y en las
ciudades, las mujeres deben enfrentarse a un mundo donde el ser varón es
privilegio que excluye a los diferentes (féminas y homosexuales), en la
montaña y como mandos de tropa, deben enfrentarse a la resistencia
mayoritaria de los insurgentes a recibir órdenes de una mujer. Si esta
resistencia se vio mermada fuertemente en los combates de 1994, no quiere
decir que haya desaparecido del todo. Invariablemente el varón sentirá
que puede hacerlo mejor que su mando si éste es una ésta, una mujer. Algo
semejante ocurre en los pueblos, pero ahora me concreto a hablar de las
tropas regulares, de lo insurgentes... y las insurgentas.
En días pasados, por méritos propios, hubo una sola promoción en el EZLN,
es decir un ascenso de grado militar. Una insurgenta, Maribel, ascendió de
capitana primero a Mayor de Infantería. La ahora Mayor Maribel sigue
siendo chaparrita y morena, sigue siendo mujer, lo único que ha cambiado es
que ahora comanda un regimiento entero. A los problemas que enfrenta en su
nueva condición de mando de una zona, agrega los que le corresponden por
ser mujer. Como ella, otras compañeras, con o sin mando, en armas y
servicios, cumplen rigurosamente en el pago de su cuota de entrega y
sacrificio, al igual que todos los combatientes. Pero si ahora la parte
menos expuesta a las luces de los reflectores exteriores es la de la tropa
insurgente, las insurgentas suman una sombra más a la del pasamontañas que
portan: son mujeres. Y, me toca decirlo, suman también un rango superior
de heroísmo al de nosotros los hombres. Podemos no entenderlo (a pesar de
reglamentos y estatutos, de la ley revolucionaria de mujeres y pláticas y
declaraciones), pero no dejaremos de reconocerlo.
Y junto a Maribel están otras oficiales en lo que llamamos "servicio de
Sanidad" están las Capitanas Insurgentes Oli-Ale (la mujer con más años en
activo dentro del EZLN) y Mónica, y la Teniente Insurgente Aurora. Hay
más, oficiales y de tropa, a algunas de ellas ya las mencioné, hace años,
en una ocasión como ésta, a otras no las nombro porque ya habrá ocasión
para hacerlo. Antes de ellas fue Alicia, del grupo inicial que en 1983
fundó el EZLN y primera mujer con mando de tropa (así que la primera en
montaña; en enfrentar el problema de, siendo mujer; mandar hombres): poco
después llegó Lucía; quien es la insurgente autora de la letra del Himno
Zapatista (y de muchas de las canciones que hoy se escuchan en las noches
de las montañas del sureste mexicano). Y antes todavía fueron Murcia (la
primera mujer en la guerrilla zapatista caída en combate en 1974), Dení
Prieto S. (caída en combate en 1974), Soledad (caída en combate en 1974),
Julieta Glockner (caída en combate en 1975), y Ruth (caída en combate en
1983, fue quien me enseñó a disparar).
A través de todas ellas y con ellas, está Lucha, a quien llamamos "la
insurgenta de acero inoxidable". Más de 30 años en la clandestinidad hacen
que el pasamontañas de Lucha brille de manera especial entre nosotros.
Hoy, a pesar del cáncer que apenas le incomoda, Lucha sigue siendo la más
primera de nuestras mujeres guerrera, la memoria mejor.
Este 8 de marzo, saludando a nuestras actuales insurgentas, saludamos a
todas las que las y nos precedieron, y que, en más de un sentido, nos
trascienden.
Sobre el apelativo de "insurgentas" contaré algo. La anécdota puede ser
ubicada en cualquier tiempo y lugar de esa ignorada cotidianeidad de la
vida de montaña. Me encontraba dirigiendo un entrenamiento militar.
Entre ejercicio y ejercicio táctico, la columna guerrillera trotaba al
ritmo de consignas más o menos evidentes: yo gritaba, por ejemplo, "¿Quién
vive?", y la tropa respondía al unísono "¡La Patria!" Así se hacía y se
hace. Una de las consignas de marcha de combate, es cuando el mando
pregunta "¿Qué somos?" y todos responden "¡Insurgentes!". Ese día que
ahora les narro, la mitad de la columna estaba formada por mujeres, cuando
grité "¿Qué somos?" un clamor desordenado fue la respuesta. Pensé que
estaban cansados y di la orden de alto. Desplegada en lo que se llama
"línea de tiradores", la tropa permanecía en posición de firmes y en
silencio. Me coloqué frente a ellos y volví a gritar "¿Qué somos?" y
entonces nítidamente, pude escuchar que, mientras los varones respondían
"¡Insurgentes!", las mujeres remontaban la voz de los hombres e imponían su
grito de "¡Insurgentas!". Me quedé en silencio. Di la orden de "rompan
filas" a los varones. Ya con sólo mujeres al frente repetí "¿Qué somos?".
Ellas respondieron, ya sin interferencia alguna, fuerte y firme,
"¡Insurgentas!". Las quedé mirando desconcertado y noté una sonrisa leve
en sus rostros. Volví al "¿Qué somos?" y repitieron "¡Insurgentas!".
Encendí la pipa y fumé despacio, viendo hacia ninguna parte. Llamé a todos
a formación y les dije, palabras, más palabras menos, "Hoy aprendimos que
vamos a ganar. "¿Alguna pregunta?". Silencio. Con voz fuerte ordené
"¡Atención!" "¡Insurgentes!"...- voltee a mirar a las compañeras y agregué:
"¡e Insurgentas! ¡Romper filas! ¡Ya!". El sonido de las botas fue, ése si,
homogéneo. Menos mal, mascullé para mis adentros. Se fueron a la
intendencia todos... y todas. Yo me quedé fumando, viendo como la tarde,
femenina como es, se vestía de mar y lila, de insurgenta.
Las insurgentas zapatistas... Ahora, esta vez, quiero hablar más de una
de ellas. Sobre esta mujer puedo decirles que es una más de nosotros, pero
para mí no es una más, es una de única. La Mar no es un personaje
literario, es una mujer, es una zapatista. Ella fue la arquitecta de la
consulta nacional e internacional de hace un año (y parte importante de
todas y cada una de las iniciativas de paz en estos 6 años) y, como
frecuentemente ocurre con las zapatistas, su anonimato es doble por el
hecho de ser mujer. Ahora, puesto que 8 de marzo, quisiera dejar claro
que, aunque me corresponde la figura pública las más de las veces, muchas
iniciativas corresponden, en su diseño y concreción, a otros compañeros y
compañeras. En el caso de la consulta, fue una mujer zapatista: La Mar.
Apenas pasado el 21 de marzo, tomó su mochila y se incorporó a su unidad.
También hay que recordar que en esa consulta la movilización de las
mujeres (en México y en el mundo), fue la columna vertebral en la oficina
de contacto (nacional e internacional), en las brigadas, en las
coordinadoras, en las mesas de votación, en las delegados, en los actos,
las mujeres (de todos los tamaños, orígenes, condiciones, colores, edades)
fueron mayoría. Así que para saludar a las mujeres que luchan y, sobre
todo, a las que luchan y no se ven en varios sentidos, las insurgentas,
salen en estas líneas. Para celebrarlas he pedido el acompañamiento de un
antiguo sabio indígena: el Viejo Antonio; y del más intrépido y galán
caballero que han visto estos mundos: Durito (alias Nabucodonosor, alias
Don Durito de la Lacandona, alias Black Shield, alias Cherloc Jolms, alias
Durito Heavy Metal, alias lo que se le ocurra). Sale pues, feliz día a las
mujeres rebeldes, a las sin rostro, a las insurgentas...
-*-
Allá abajo, es otra vez marzo reiterando sus tres primeras letras en los
ojos que, trigo en la luz, leen. Fito Paéz me acompaña a regalar un
vestido y un amor, y en la grabadorita seme adelante en el "todo lo que
diga está de más". Yo aprovecho una ráfaga de viento y me llego hasta don
Durito, afanoso, clavetea y aserra a saber qué sobre su lata de sardinas.
Ya sé que antes he dicho que se trata de un barco pirata. De hecho Durito
me ha volteado a ver con unos ojos de afilada daga cuando he escrito "lata
de sardinas", pero lo he hecho sólo para que el lector pueda recordar que
Durito es ahora Black Shield (Escudo Negro), el famoso pirata que heredara
del difunto Barbarroja una encomienda harto difícil. La embarcación con la
que Durito, perdón, quise decir Escudo Negro llegó hasta acá se llama "pon
tus barbas a remojar" por razones que aún ignoro. Durito me ha propuesto
que lo acompañe en la búsqueda de un tesoro. Todo esto ya lo he contado en
una carta anterior, así que no abundo en ello. El caso es que en este
marzo de la mar, me he llegado hasta donde Durito trabaja para ver qué hace
y para pedir orientación y consejo.
Durito da los últimos golpes a lo que supongo es un mastelero con velacho
cuando yo carraspeo para refrendar mi presencia. Durito dice:
- Bien, ya está. Ahora, contigo en la proa, no habrá adversario que se nos
oponga.
Yo sonrío con melancolía y miro con desapego el barco. Durito me
reconviene: -No es un "barco" cualquiera. Es una galera, clásica
embarcación destinada a la guerra por allá en el siglo XVI. La Galera
puede ser impulsada por velas o gracias a los remos manejados por los
llamados "condenados a galeras".
Hace una pausa y sigue: - ¿Y, hablando de velas, se puede saber por qué
la tristeza que te vela la mirada?
Yo hago un ademán de "no tiene importancia".
Durito interpreta y dice: - ¡Ah! Mal de amores... Pausadamente deja de
lado martillo y serrucho, desembarca y, sacando su pequeña pipa, se sienta
a mi lado.
- Me supongo, mi futuro espolón de proa, que lo que te tiene triste y
apesadumbrado no es otra cosa que una fémina, una hembra, una mujer pues.
Yo suspiro. Durito sigue:
- Mira, mi querido marinero de tina de baño, si quien os desvela es una
mujer, pero una de única, entonces el mal es grave pero el remedio posible.
- Yo me confesé - Resulta que si, que es una mujer, una de única, ella que
es mar por muchas cosas más que el "Mariana" que la nombra. En mala fecha
me alejé de ella y ahora no encuentro el modo o forma de que me acoja de
nuevo en sus humedades, que olvide malas tempestades, que me perdone pues.
Durito da una larga bocanada y sentencia:
- Grandes y graves son tus faltas y extravíos, pero algo podré aconsejarte
si prometes seguir mis indicaciones al pie de la letra.
Yo dije "si" con un entusiasmo que hizo a Durito saltar del susto. Como
puede se recompone el parche del ojo y dice:
- Es preciso recurrir a un hechizo. En el amor el mundo es, como siempre,
un rompecabezas, pero resulta que si uno de único se encuentra con una de
única, las piezas adquieren sentido y forma y el rompecabezas se dilata y
rompe caras, brazos y piernas.
- Y pechos-, digo yo frotando la angustia que siento en el mío.
- Bueno, a lo que voy es que el hechizo sólo tendrá efecto si ella, la Mar
en tu caso, está dispuesta a someterse a él porque si no, todo será inútil.
Quiero decir que el hechizo no funciona si la persona hechizada no está
conciente de que está siendo hechizada.
- Extraño hechizo este -digo.
Durito continua sin hacerme caso: - Tráele un recuerdo bueno, uno de
ésos que sirven para ver hacia delante y lejos, uno que le haga levantar
la mirada y andarla largo y hondo. Dile que mire hacia delante, no al día
siguiente, no a la próxima semana o al año entrante. Más adelante, más
allá. No le preguntes qué ve. Sólo mírala mirar hacia delante. Si ves que
su mirada se sonríe con ternura, entonces estarás perdonado y habrá trigo y
playa y mar y viento y entonces podrá navegar de nuevo, que eso y no otra
cosa es el amor.
Durito vuelve a tomar sus bártulos y continúa arreglando la galera. El
destino del viaje es aún desconocido para mí, pero Durito guarda silencio,
dándome a entender que debo irme a cumplir lo que me ha dicho.
Yo deambulo aún un poco más por la madrugada. Busco encontrar a La Mar
en el lecho. Yo sé que ustedes piensan que hablo de la cama, pero acá lecho
es cualquier lecho o mesa o suelo o silla o aire, siempre que nuestra
sombra se duplique en el otro, nunca uno, siempre dos, pero tan juntos.
Si no es así, entonces no se trata de un lecho, para hablar de lecho se
necesitan dos. Pienso que si La Mar duerme, será un problema despertarla
con esta historia absurda del hechizo. Entonces se me ocurre que debiera
abordar el asunto indirectamente, acercarme silbando alguna tonada,
comentar el clima... o intentar un poema de amor.
Pero el problema está en que, intuyo, el poema de amor guarda un candado,
un último secreto, que sólo unos pocos, muy pocos, casi nadie, alcanza a
abrir, a descubrir, a liberar. Uno se queda con la impresión de que lo que
uno siente por alguien, ya ha encontrado en palabras ajenas su formulación
perfecta, redonda, completa. Y uno arruga el papel (o, en tiempos
cibernéticos, decreta el "delete" al archivo en cuestión) con los lugares
comunes en los que el sentimiento se hace letra. No sé mucho de poesía
amorosa, pero sé lo suficiente como para que, cuando algo así acude a mis
dedos, sienta que parece una malteada de fresa que un soneto de amor. En
suma, la poesía, y más en concreto la poesía amorosa, es para cualquiera,
pero no cualquiera tiene la llave que abre su más alto vuelo. Por eso,
cuando puedo, convoco a los poetas amigos y enemigos y en el oído de la Mar
renuevo los plagios que, balbuceados apenas, parecen míos. Sospecho que
ella lo sabe, en todo caso no me lo hace saber y cierra los ojos y deja que
mis dedos le peinen los cabellos y los sueños.
Me acerco y pienso y siento y me digo que qué ganas de volver al inicio,
de recomenzar, de volver al trazo primero de la primera letra, la "A" del
largo alfabeto de la compañía, volver al dibujo primero que nos hace dos
juntos y empezar a crecer de nuevo y, de nuevo, afilar la punta de la
esperanza. Ahí está. Duerme. Me acerco y...
(...)
Y todo esto viene a cuento, o a cuenta, porque en este mar de marzo todo
parece oler a desolación, a impase, a irremediable caída, a frustración.
Porque estoy seguro, a todos ustedes les parecerá raro que hoy me atreva a
profetizar el retorno de banderas de todos los colores poblando, desde
abajo, campos, calles, y ventanas. Y me atrevo a hacerlo porque miro a
esta mujer zapatista, su tierno empeño, su duro amor, su sueño. La miro y
por ella y, sobre todo, con ella, prometo y me prometo nuevos aires para
esas banderas hermanas, pendones volanderos que inquieten y desvelen a
ricos y pobres, aunque por diferentes razones a unos y otros. Prometo y me
prometo, justo en mitad de la noche más tediosa, otro mañana, no el mejor
pero si más bueno. Por esta mujer que, en las mañanas y frente mío, aguza
el oído y se faja la pistola mientras me dice "ahí viene el helicóptero"
como si dijera "llaman a la puerta". Por esta zapatista, por esta mujer, y
por muchas como ella que, dos y tres veces detrás ponen el hombro para que
no se caiga lo poco de bueno que queda, y para, con ese material, empezar
ya a construir eso que parece tan lejano hoy: el mañana.
Vale. Salud a todas y para ella, además, una flor.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Marzo del 2000.
P.D. QUE CUMPLE LA DUPLICIDAD.- Aquí les anexo el recuerdo que le regalé a
la Mar. Así es como esta carta 6.e. consigue su ala doble y emprende el
vuelo necesario para toda carta. Sale y vale:
Cuento para una noche de angustia.
Le digo a la Mar que, por alguna razón que no alcanzo a entender, el
Viejo Antonio pudo haber leído en alguna parte al filósofo alemán Imannuel
Kant. En lugar de apasionarse con la xenofobia, el Viejo Antonio tomaba
del mundo entero todo lo dable por bueno, sin importar la tierra que lo
pariera. Al referirse a personas buenas de otras naciones, el Viejo
Antonio usaba el término "internacionales", y el vocablo "extranjeros" sólo
lo usaba para los ajenos al corazón, no importaba que fueran de su mismo
color, lengua y raza. "a veces hasta en una misma sangre hay extranjeros",
decía el Viejo Antonio para explicarme la absurda necedad de los pasaportes.
Pero le digo a la Mar, la historia de las nacionalidades es otra
historia. La que ahora recuerdo se refiere a la noche y sus caminos.
Fue una madrugada de ésas con las que marzo afirma su vocación delirante.
A un día con un sol como látigo de siete puntas, se siguió una tarde de
nubarrones grises. Para la noche ya un viento frío amontonaba nubes negras
encima de una luna deslavada y tímida.
El Viejo Antonio había dejado pasar la mañana y la tarde con la misma
parsimonia con la que ahora encendía su cigarro. Un murciélago revoloteó
a nuestro rededor por un instante, seguramente alterado por la luz con la
que el Viejo Antonio dio vida a su cigarrillo. Y, como el tzotz, de pronto
apareció en medio de la noche.
La Historia del aire de la noche.
Cuando los más grandes dioses, los que nacieron el mundo, los más
primeros, se pensaron en cómo y para qué iban a hacer lo que iban a hacer,
hicieron una su asamblea donde cada cual sacó su palabra para saberla y que
los otros la conocieran. Así cada uno de los más primeros dioses iba
sacándose una palabra y la aventaba al centro de la asamblea y ahí rebotaba
y llegaba a otro dios que la agarraba y la aventaba de nuevo y así como
pelota iba la palabra de un lado a otro hasta que ya todos la entendían y
entonces hacían en su acuerdo los dioses más grandes que fueron los que
nacieron todas las cosas que llamamos mundos. Uno de los acuerdos que
encontraron cuando sacaron sus palabras fue el que cada camino tuviera su
caminante y cada caminante su camino. Y entonces iban haciendo las cosas
completas o sea que cada quien con su cada cual.
Así fue como nacieron el aire y los pájaros. O sea que no hubo primero
aire y luego pájaros para que lo caminaran, ni tampoco hicieron los
pájaros primero y después el aire para que lo volaran. Igual hicieron
con el agua y los pescados que la nadan, la tierra y los animales que la
andan, el camino y los pies que lo caminan.
Pero hablando de los pájaros, hubo uno que mucho protestaba contra el
aire. Decía este pájaro que mejor y más rápido volara si el aire no se le
opusiera. Mucho rezongaba este pájaro porque, aunque su vuelo era ágil y
veloz, siempre quería que fuera más y mejor, y si no podía serlo era
porque, decía él, el aire se convertía en un obstáculo. Los dioses se
fastidiaron de que mucho mal hablaba este pájaro que en el aire volaba y
del aire se quejaba.
Así que, de castigo, los dioses primeros le quitaron las plumas y la luz
de los ojos. Desnudo lo mandaron al frío de la noche y ciego debía volar.
Entonces su vuelo, antes gracioso y ligero, se volvió desordenado y torpe.
Pero ya hallado y después de muchos golpes y tropiezos, el pájaro éste se
dio la maña de ver con los oídos. Hablándole a las cosas, este pájaro, o
sea el Tzotz, orienta su camino y conoce el mundo que le responde en lengua
que solo él sabe escuchar. Sin plumas que lo vistan, ciego y con un vuelo
nervioso y atropellado, el murciélago reina la noche de la montaña y ningún
animal camina mejor que él los oscuros aires.
De este pájaro, el Tzotz, el murciélago, aprendieron los hombres y
mujeres verdaderos a darle valor grande y poderoso a la palabra hablada, al
sonido del pensamiento. Aprendieron también que la noche encierra muchos
mundos y que hay que saber escucharlos para irlos sacando y floreciendo.
Con palabras nacen los mundos que la noche tiene. Sonando se hacen luces,
y tantos son que no caben en la tierra y muchos terminan por acomodarse en
el cielo. Por eso dicen que las estrellas se hacen en el suelo.
Los más grandes dioses nacieron también a los hombres y mujeres, no para
que uno fuera camino del otro, sino para que fueran al mismo tiempo camino
y caminantes del otro. Diferentes los hicieron para estarse juntos. Para
que se amaran hicieron los más grandes dioses a los hombres y mujeres. Por
eso el aire de la noche es el más mejor para volarse, para pensarse, para
hablarse y para amarse.
Termina el Viejo Antonio su historia en el marzo de allá. En el marzo de
acá la Mar navega un sueño donde la palabra y los cuerpos se desnucan,
caminan los mundos sin chocarse, y el amor puede volarse sin angustias.
Allá arriba, una estrella descubre un lugar vacío en el suelo y rápido se
descuelga, dejando un momentáneo rasguño en la ventana de esta madrugada.
En la grabadorita Mario Benedetti, un uruguayo de todo el mundo, dice
"Ustedes pueden irse, yo me quedo".
-*-
OTRA P.D.- ¿Aceptó la Mar el hechizo? Es, como diría no sé quién, una
incónita.
Vale de nuez. Salud y Marzo, como siempre, viene muy loco.
El Sup esperando como es ley, es decir, fumando.
From: Comité Internacionalista Arco Iris ale.ramon@numerica.it
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