Consideraciones para Comprender la Actual Situación de DDHH
Tlahui-Politic 9 I/2000. Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Colombia, a 21 de Junio, 2000. COLOMBIA: Tres Consideraciones para Comprender la Actual
Situación de DDHH.
TRES CONSIDERACIONES PARA COMPRENDER LA ACTUAL
SITUACIÓN DE DERECHOS HUMANOS EN COLOMBIA
por Luis Alberto Matta Aldana*
Voy a comenzar mi exposición con dos afirmaciones de las que no tengo la
menor duda. Primera: Colombia es el país con el mayor número de acuerdos
internacionales aprobados en materia de derechos humanos. Segunda: esta es
una táctica utilizada consistentemente por los sucesivos gobiernos, para
desorientar y diluir su responsabilidad como régimen político en las graves
violaciones a los derechos humanos, e intentar mostrar una imagen limpia
del régimen en el ámbito internacional.
Con relación al tema dice el afamado catedrático y lingüista norteamericano
Noam Chomski, que Colombia tiene el peor expediente en derechos humanos del
hemisferio occidental. Lo mismo señala la prestigiosa organización conocida
como Amnistía Internacional, y estudios recientes de organismos como Human
Rights Watchs o la Coordinación Colombia Europa de ONG's defensoras de los
derechos humanos, lo ratifican.
No es para menos, pues defender los derechos humanos en Colombia conlleva
un grave riesgo para la vida. Son muchos los activistas en esta materia que
han sido asesinados y desaparecidos, y no sabemos aún, cuántos han tomado
otras opciones o han abandonado el país como única alternativa para salvar
sus vidas.
Vivimos un intenso conflicto social y armado que tiende a la polarización y
a degradarse, dadas las complejas circunstancias en que se desarrolla.
Podemos enumerar algunas razones que le empujan en ese sentido:
La inmensa corrupción en que se debate el régimen; el desesperante aumento
de la pobreza entre las gentes del común (clase media y estratos populares
- Más de 25 millones de pobres de los cuales casi 11 millones viven en la
miseria total); el desempleo que hace metástasis en todos los rincones del
país con las cifras más elevadas de América Latina - 21%; la injusta
distribución de las riquezas entre ellas la tierra (Colombia es uno de los
lugares del planeta donde la tierra está más concentrada en pocas manos -
el 1.5% de los propietarios ostentan el 80% del área útil para explotación
agropecuaria, constituyéndose en una de las razones de fondo para que se
hayan desplazado violentamente a más de 2 millones de colombianos de sus
tierras, situación levemente superada por los desterrados en suma, que han
dejado conflictos en Ruanda, Burundi, El Zaire y la antigua Yugoslavia.
Se suma a lo anterior el desconocimiento y negación en todo sentido de las
minorías étnicas; la exclusión bipartidista fortalecida desde el llamado
Frente Nacional que se reedita cíclicamente; el exterminio de las terceras
fuerzas políticas mediante la cooptación en algunos casos, la coacción y el
crimen en otros - no olvidemos que la Unión Patriótica fue reducida a base
de asesinatos políticos hasta prácticamente hacerla desaparecer.
En el último periodo hemos visto como se desborda y se degrada el conflicto
social. Delitos de lesa humanidad como el secuestro y la desaparición
forzada aumentan escandalosamente. Los asaltos y los robos han alcanzado
límites desconocidos. El enfrentamiento armado se intensifica, pese a los
intentos de poner en firme el proceso de paz. Las matanzas de humildes
labriegos en su inmensa mayoría señalados injustamente de complicidad con
la insurgencia, aumentan. Que no decir de los paros y las huelgas que
prácticamente paralizan el país.
Para cambiar el panorama se necesita reconducir el futuro de Colombia por
el sendero de los derechos humanos, trascendiendo la firma de tratados y
promulgación de leyes inocuas. La difícil situación en materia de derechos
humanos debe tener explicación, para lograr entenderle y así buscar
alternativas.
En ese sentido van las siguientes tres consideraciones:
1. Nuestro grave conflicto social y armado tiene profundas raíces en la
sistemática violación de los derechos humanos a lo largo de nuestra historia.
Esta es una situación de la que no está libre de culpa el sistema
capitalista y sus tradicionales representantes. Por algo, los derechos
humanos constituyen en nuestra época la utopía de la democracia contemporánea.
Las desigualdades no son un mal endémico de Colombia; lo es del sistema
político y económico que predomina en el mundo. La civilización occidental
en su actual fase de capitalismo mundializado, incorpora en forma
contradictoria a su discurso hegemónico, la importancia de los derechos
humanos como instrumento necesario para alcanzar la paz, mientras en la
práctica niega de plano esos mismos derechos.
Ejemplos sobran: según la FAO, nunca antes se produjeron tantos alimentos
en el mundo, como nunca antes hay tanta hambre. La ciencia ha avanzado
hasta alcanzar los satélites, los proyectiles intercontinentales, las
bombas de destrucción masiva y los aparatos más sofisticados en la
informática, a la par, miles y miles de niños del África Negra o de los
suburbios en América Latina, mueren por falta de vacunas, o en el peor de
los casos carcomidos por las moscas, el olvido y el hambre.
Colombia ha asimilado como buen alumno esta dinámica del capital, solo que
bajo un lenguaje aparentemente democrático y sustentado en los valores
institucionales. Los datos y referencias que ya hemos expuesto señalan cual
es nuestra situación social y política. Lo grave del caso es que no se
rompe ningún esquema por el hecho de ser el país líder en las violaciones a
los derechos humanos en el hemisferio, y a su vez ser el tercer receptor de
ayuda militar en el planeta y segundo en el hemisferio occidental, lo que
conduce a que la fortaleza de nuestro Estado no sea precisamente social,
sino típicamente militar y represiva.
2. Sufrimos en nuestros días, una convergencia no declarada entre
capitalismo neoliberal y democracia representativa (en Colombia entiéndase
partidocracia bipartidista). En estas condiciones no son posibles ni
viables los derechos humanos, luego entonces, no es coherente un compromiso
con la defensa de los derechos humanos, sin que a la vez se asuma una
actitud de oposición y lucha contra el sistema.
La globalización edifica fronteras invisibles pero infranqueables entre los
seres humanos. Mientras el capital transnacional recorre sin fronteras ni
impedimento alguno las esquinas del planeta, los habitantes del sur o del
mal llamado tercer mundo son ciudadanos excluidos; cayó el muro de Berlín y
se construyeron muros invisibles en el estrecho de Gibraltar, en la
frontera México - EE.UU. y al interior mismo de los países y ciudades.
El sistema capitalista aliena e impone en la humanidad un modo de
supervivencia que eleva el valor del dinero en forma casi grotesca como a
un Dios, mercantiliza la felicidad, envenena el aire y el agua en nombre
del progreso, destroza las culturas y las niega, e interviene militarmente
donde se le da la gana, para someter en nombre de la democracia y la
libertad a los pueblos del mundo.
Un sistema cuya nación hegemónica los EE.UU., plantea la solución a
problemas sociales, económicos y culturales a partir del uso de las armas.
En Colombia el caso concreto son los cultivos de subsistencia campesina
llamados ilícitos, tema en el que poco o nada se contempla el problema del
consumo gringo y la producción de insumos químicos. Se descarga el peso de
la problemática en los labriegos colombianos, sin mencionar el desastre de
la economía campesina luego de la apertura económica y la importación de
alimentos, situación que condujo por necesidad a miles de empobrecidos
campesinos, a la siembra de coca y amapola como una forma de sobrevivencia.
Nuestra realidad contrasta con la aparente preocupación por la democracia y
la estabilidad de América Latina expresada por Estados Unidos. El verdadero
propósito norteamericano es escalar la guerra contrainsurgente, bajo el
pretexto de combatir el narcotráfico. Con este sofisma de distracción, se
elude el problema social en el que están ampliamente implicados los
gringos, velando el propósito de fondo, que consiste en preservar un
régimen favorable a sus intereses geopolíticos y estratégicos en el
Continente. Mientras tanto, el fenómeno del narcotráfico profundiza las
raíces en el sistema capitalista, y especialmente en la sociedad
norteamericana.
3. Para afrontar el desafío que nos impone la globalización del capital, es
necesario entender que hoy estamos frente a uno de los más fecundos
momentos para luchar por la vigencia y cumplimiento, de unos derechos
humanos multiculturales e indivisibles.
La evolución de la legislación internacional en materia de derechos
humanos, afirma Pierre Sané de Amnistía Internacional, ha estado marcada
por una separación, tan artificial como engañosa, entre derechos civiles y
políticos, por una parte, y derechos económicos, sociales y culturales, por
otra.
Es inocultable que los derechos económicos, sociales y culturales han
registrado una atención menor por parte de Naciones Unidas y sus órganos
constitutivos. Las normas adoptadas en este terreno, lo mismo que los
mecanismos destinados a hacer que se aplicaran no se han desarrollado, y se
han convertido en un simple deber ser. Por eso en Colombia, se le presta
mayor atención, al menos en el papel, a las violaciones relacionadas con el
derecho a la vida, la propiedad y la libertad de los ciudadanos. ¿Y donde
quedan los demás derechos, cuya violación es la verdadera causante de
nuestro conflicto social y armado?.
El desempleo, la vivienda digna, la pobreza extrema, los exiguos espacios
de participación política, la violencia tradicional y el crimen político
como instrumento de perpetuación en el poder de la clase dominante etc.,
son invisibles?.
Es preciso trabajar por que no se diluya la responsabilidad del Estado en
materia de derechos humanos, en tanto que es indelegable. Es necesario
luchar por unos derechos humanos multiculturales, porque este país es de
regiones y de etnias, cuya composición y cosmovisión exige una mirada
amplia e incluyente.
Debemos exigir un respeto integral, porque los derechos humanos son
indivisibles, en tanto los derechos económicos, sociales y culturales, como
los civiles y políticos, han sido históricamente negados, causa innegable
de la injusticia social que estimula nuestro conflicto político armado.
Es nuestra obligación como seres humanos sensibles, soñar y luchar
incansablemente por construir una nueva sociedad. Renovar nuestro
compromiso por la defensa de los derechos humanos indivisibles, es uno de
los caminos, evitando caer en la habilidosa trampa del sistema y sus
tácticas asistenciales proclives a la inmovilización. Nuestro compromiso se
sitúa y se fundamenta en el respeto universal por el ser humano y del
planeta mágico
en que vivimos.
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