Tlahui-Medic. No. 22, II/2006


El rescate de la medicina tradicional como una reivindicación cultural y recuperación de la autoestima popular

Temas de interés en Medicina Tradicional

Mario Rojas Alba (*)
Udine, Italia, Septiembre, 2006


Pierluigi Di Piazza, Mario Rojas, y Claude Ansin Thomas
Pozzuolo del Friuli (Udine), Italia, Septiembre 2006.

Introducción

 

El 14 de Junio de 1984, presenté el proyecto de documentos básicos para la fundación del Instituto Mexicano de Medicinas Tradicionales Tlahuilli, organización civil sin fines lucrativos. El texto fue aprobado en su totalidad, incluyendo el Objetivo Quinto: Reivindicar y revalorizar la medicina tradicional y popular, reforzando en los pueblos la conciencia de amor y orgullo por su cultura, y contribuir con las comunidades en la recuperación de su identidad cultural e histórica (1). Posteriormente, desde su fundación el 5 de Febrero de 1996, la revista electrónica Tlahui ha mantenido entre sus objetivos, el mismo principio, reivindicar, revalorar, la medicina tradicional como una forma de recuperar la autoestima popular e indígena.

 

Si se pretende reivindicar y revalorizar la medicina tradicional mexicana es que esta se encuentra devaluada y sin derechos; en el mismo sentido, si el objetivo es recuperar la autoestima cultural, es por que esta se encuentra caída; pero ¿todo esto es cierto?, ¿es acaso verdad que la medicina tradicional se encuentra devaluada, sin derechos, y su práctica es razón de vergüenza entre la población? Suponiendo como cierta la hipótesis del estado de marginación, y devaluación cultural en que se ha tenido a la medicina tradicional mexicana, resulta necesario responder otra cuestión más ¿su reivindicación en derecho y valor, puede mejorar la autoestima cultural de los pueblos? adelantando mi afirmativa, en esa dirección intentaré ofrecer los argumentos, testimonios y hechos que así lo demuestran.

Traumatología de la autoestima

 

Dos traumas históricos han lesionado de manera profunda el psiquismo colectivo del pueblo mexicano. El conjunto de caracteres y funciones que conforman perfil psicológico de los mexicanos quedó dañado para siempre por el choque emocional causado en su inconsciente colectivo, como consecuencias de dos acontecimientos: por la conquista española y la invasión norteamericana. Se pueden encontrar otros traumas históricos, pero estos dos, son los que más impactaron negativamente en la autoestima de la gente, son estos mismos los determinantes más influyentes en su comportamiento psicológico, social y cultural actual.

 

El trauma de la conquista (el más estudiado) trajo consigo el desprecio, marginación, y muerte de la sociedad y cultura mesoamericana, y con ella, gran parte de los sistemas médicos de las naciones autóctonas; en su lugar se impuso la cultura y medicina española. Mucho después, cuando México pretendía desarrollar su vida como república independiente, el expansionismo norteamericano, por la vía de la invasión armada, despojó (mejor dicho, robó) a México de más de la mitad de su territorio; decenios después, la ciencia y la técnica médica estadounidense se implantaría en México, permitiendo el desarrollo de una nueva etapa de marginación para la medicina tradicional mexicana.

 

Los textos que a continuación se exponen, y que sustentan la historia de usurpación y desprecio en contra de la cultura y medicina indígena y popular, fueron sustraídos de mi propio Tratado de Medicina Tradicional Mexicana, con las modificaciones adecuadas para mi participación en el Convegno Balducci (2006).

El trauma de la conquista

 

Con la conquista española se estableció la primera gran división de la medicina, dos sistemas socioculturales diferentes, dos concepciones ideológicas y dos sistemas médicos se confrontaron: primero mediante la violencia armada; después se entrelazaron mediante el dominio ideológico del catolicismo; haciendo uso de la cruz y la espada, los europeos impusieron la medicina hipocrática, galénica y avicénica. A pesar de los estragos cometidos por la despiadada conquista militar, y de los abusos despóticos del sistema colonial, se reconoce que los españoles aportaron uno de los sistemas médicos más avanzados de la Europa del momento, representando a un país en el cenit cultural. A principios del siglo XVI los españoles eran líderes europeos en cuanto a progresos médicos, es por eso mismo de sorprenderse, que viniendo de un país así, el conquistador Hernán Cortés reconociera la calidad y validez de la medicina mesoamericana, al pedirle al emperador de España, que no enviara médicos peninsulares, puesto que los naturales eran eficientes (2).

Agresión religiosa e imposición

 

No obstante del temprano reconocimiento del conquistador, la rueda de la historia giraba y con ella, la medicina indígena quedaba irremediablemente marginada del nuevo Estado colonial. Quien reconocía las bondades de la medicina indígena, el mismo Hernán Cortés, destruyó los ídolos aztecas para imponer los suyos:

Los más principales de estos ídolos, y en quien ellos más fe y creencia tenían, derroqué de sus sillas y los fice echar por las escaleras abajo, e fice limpiar aquellas capillas donde los tenían, porque todas estaban llenas de sangre, que sacrifican, y puse en ellas imágenes de Nuestra Señora y de otros santos, que no poco el dicho Muteczuma y los naturales sintieron; los cuales primero me dijeron que no lo hiciese, porque si se sabía por las comunidades se levantarían contra mí, porque tenían que aquellos ídolos les daban todos los bienes temporales, y que dejándolos maltratar se enojarían y no les darían nada, y les sacarían los frutos de la tierra y moriría la gente de hambre. Yo les hice entender con las lenguas cuán engañados estaban en tener su esperanza en aquellos ídolos, que eran hechos por sus manos, de cosas no limpias, e que habían de saber que había un solo Dios, universal Señor de todos, el cual había creado el cielo y la tierra y todas las cosas, e hizo a ellos y a nosotros, y que éste era sin principio e inmortal, y que a él había de adorar y creer, y no a otra criatura ni cosa alguna; y les dije todo lo demás que yo en este caso supe, para los desviar de sus idolatrías y atraer al conocimiento de Dios Nuestro Señor; y todo, en especial el dicho Muteczuma, me respondieron que ya me habían dicho que ellos no eran naturales desta tierra, y que había muchos tiempos que sus predecesores habían venido a ella, y que bien creían que podían estar errados en algo de aquello que tenían, por haber tanto tiempo que salieron de su naturaleza, y que yo, como más nuevamente venido, sabría mejor las cosas que debían tener y creer, que no ellos; que se las dijese e hiciese entender, que ellos harían lo que yo les dijese que era lo mejor. Y el dicho Muteczuma y muchos de los principales de la ciudad estuvieron conmigo hasta quitar los ídolos y limpiar las capillas y poner las imágenes, y todo con alegre semblante, y les defendí que no matasen criaturas a los ídolos, como acostumbraban; porque, demás de ser aborrecible a Dios, vuestra sacra majestad por sus leyes lo prohíbe y manda que el que matare lo maten. E de ahí adelante se apartaron dello, y en todo el tiempo que yo estuve en la dicha ciudad nunca se vio matar ni sacrificar alguna criatura. (3)

En toda Mesoamérica la evangelización fue tan violenta como la conquista militar, diferente método, el mismo resultado agresor y destructor del espíritu y vida de los pueblos indígenas. Los soldados castellanos arrancaban el oro de los cuerpos mutilados de los muertos, mientras que, los sacerdotes devoraban las almas de los indios. Por los cuatro rumbos del Anáhuac corría la sangre, al mismo tiempo que un Dios extraño recogía sus almas. En algunos lugares los sacerdotes cristianos intentaban mitigar el dolor de la opresión física, pero, paradógicamente, no la espiritual, y muchas veces tampoco les preocupaba mucho la primera, siempre y cuando salvaran el alma de los indios.  En Yucatán la evangelización quiso ser pacífica, mientras que en Tabasco los frailes se encontraron con una fuerte oposición de los soldados españoles quienes imponían pesados trabajos a los indígenas cristianizados (4). En Michoacán Don Vasco de Quiroga pacificó y congregó a los indios que habían huido a la montaña para evitar la crueldad extrema de Nuño de Guzmán, sin embargo, la evangelización no daba tregua contra las “idolatrías indígenas”.    

 

Los conquistadores y sacerdotes españoles por doquiera dejaban constancia de la supremacía de la deidad cristiana sobre cualquier otra de los indígenas.  Por la antigua entrada norte a la ciudad de Pátzcuaro se encuentra la Capilla del Humilladero, se denomina así por que en ese lugar se rindió el rey de los purhepechas Tanganxoan II, ante el conquistador Cristóbal de Olid, reconociendo al soberano español como el rey supremo; posteriormente, en 1553, en ese mismo lugar los españoles y el Obispo Vasco de Quiroga hicieron construir una capilla, con un frontispicio de cantera, en donde se puede ver al sol y la luna unidos por la corona de espinas y sobre ellos la cruz, dejando en claro que Tata Huriata (Padre Sol) y Nana Cutzi (Madre Luna) estaban bajo la regencia de la Cruz.

 

Por si eso no fuera suficiente, en el interior de la capilla, en la parte superior del Cristo que está frente al altar, dejaron escrito un mensaje en latín suficientemente visible, el que decía: VERE FILIUS DEI EST ISTE, que literalmente se traduce como Ese es el Verdadero Hijo de Dios, dejando constancia que no había más Dios que Jesucristo. En noviembre del 2001 todavía se podía leer, sin embargo, el 2 de noviembre del 2003, el autor pudo constatar que la frase fue cubierta con pintura, nadie puede explicar quién autorizó tan torpe y burda restauración que dañó para siempre el patrimonio histórico y cultural de los mexicanos.

Encuentro vs genocidio
Resulta grotesco denominar “encuentro” a lo que fue un verdadero “genocidio étnico y cultural”, basta ya de demagogia académica, la sociedad madura debería tener conciencia de que la compulsión patológica del poder por parte de los falsos héroes conquistadores es algo repudiable, los niños y jóvenes no les deberían tener como prototipos a emular, sino a repudiar. Los mejores líderes son aquellos que respetan a otros pueblos, que valoran lo que se tiene y no ambicionan despojar a los demás de sus territorios y riquezas, ese es el verdadero humano a presentar como ejemplo. Si todavía se quiere manejar el término dulzón de “encuentro” a lo que fue un brutal genocidio, baste la lectura del escrito Anónimo de Tlatelolco de 1528, donde el pueblo azteca llora su desdicha:

Y todo eso pasó con nosotros.

Nosotros lo vimos, nosotros nos admiramos.

Con esta lamentosa y triste suerte, nos vimos angustiados.

En los caminos yacen dardos rotos, los cabellos están esparcidos.

Destechadas están las casas, ensangrentados tienen sus muros.

Gusanos pululan por calles y plazas, en las paredes están salpicados los sesos.

Rojas están las aguas, están como teñidas, y cuando las bebimos, es como si bebiéramos agua de salitre.

Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe, y era nuestra herencia una red de agujeros.

Con los escudos fue su resguardo, pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad.

Hemos comido palos de colorín, hemos masticado grama salitrosa, piedras de adobe, lagartijas, ratones, tierra en polvo, gusanos...

Comimos la carne apenas, sobre el fuego estaba puesta.

Cuando estaba cocida la carne, de allí la arrebataban, en el fuego mismo, la comían.

Se nos puso precio.

Precio del joven, del sacerdote, del niño y de la doncella.

Basta: de un pobre era el precio, sólo dos puñados de maíz, sólo diez tortas de mosco; sólo era nuestro precio, veinte tortas de grama salitrosa.

Oro, jade, mantas ricas, plumajes de quetzal, todo eso que es precioso, en nada fue estimado... (5)

 

Sólo el oro era valioso para los conquistadores, algo que para los indígenas, traducido literalmente, significaba “excremento de los dioses” o teocuitlatl (6). A la par de la cultura, la medicina indígena quedó también desvalorizada para la nueva clase colonial dominante. El régimen colonial instauró su estructura económico-social y su pensamiento médico, en la medida en que se desarrolló el mestizaje étnico e ideológico, las dos concepciones médicas comenzaron a fusionarse en el crisol social, dando origen a un nuevo tipo de tradición, la “medicina popular mestiza” que se desarrolla durante toda la colonia y el México independiente, la misma que persiste hasta nuestros días.

Pérdida de la autoestima

 

El genocidio de la conquista y la destrucción de la sociedad y cultura  prehispánica dejaron para siempre una marca traumática en las generaciones que le suceden. Una muestra temprana del trauma histórico, en el campo médico, se siente ya con nitidez en las palabras de la dedicatoria que el indio Martín de la Cruz deja en su Herbario Azteca, apenas 23 años después de la caída de Tenochtitlan:

 

No podría tampoco pensarse que nosotros los indios escribiéramos un libro digno de la mirada de un rey y sería atrevido pensar que este llegara a la mirada de tan Gran Majestad. No podemos olvidar que nosotros pobrecitos indios somos inferiores a todos los mortales, precisamente por la insignificancia en que nos encontramos colocados por la naturaleza; por tal motivo necesitamos de vuestra piedad. (7)

 

La referencia manifiesta el terrible grado de humillación al que se había sometido al pueblo indígena, el brutal estado de opresión les hizo asumir por si mismos una condición de “inferioridad”. El libro fue escrito a solicitud de las autoridades eclesiales y no por motivo propio,  tanto se le repitió al indígena que su cultura era inferior, que lograron avergonzarlo de si y sus tradiciones culturales. El trauma histórico de la conquista continúa condicionando en buena medida la conducta social y cultural de los mexicanos, existen los estudios antropológicos y sociales que muestran la repercusión actual del choque cultural de la conquista en el comportamiento social de los pueblos. El trabajo de Foster, Tzintzuntzan, pone de manifiesto el trauma histórico que sufrió esa ciudad purhepecha: Rara vez en la historia una comunidad cambió tan rápidamente su tipología y se desplazó de uno al otro extremo del “continuum” urbano-rural. Borrada su elite política, religiosa y económica, poco quedó fuera de los agricultores, pescadores y alfareros, la materia de que se compone la sociedad campesina en cualquier parte. El Tzintzuntzan de hoy representa, de este modo, algo más de cuatrocientos años de una existencia en el fin de la línea que irradia de las ciudades, contento con las migajas de la cultura que se han infiltrado desde esos nuevos focos de poder y de la influencia (8). El imperio purhepecha era un muchacho vigoroso que se erguía con su mundo de ambiciones y poder mesoamericano, justo al mismo tiempo en  que era decapitado por la conquista, su joven cabeza calló dramáticamente junto a la del maduro y espléndido imperio azteca.

Despoblamiento indígena

 

Además del fallecimiento cultural, la conquista trajo la muerte física y el genocidio. No han faltado los académicos que intentan reducir las altas cifras de mortalidad y la catastrófica reducción de la población mesoamericana, para encubrir responsabilidades históricas para los colonizadores europeos. Nadie honesto puede negar que la alta mortalidad y la baja natalidad son el resultado de las condiciones imperantes en la conquista y la colonia, no importa cuales hayan sido en específico, simplemente debe entenderse que, de no haber habido conquista y colonización, la población mesoamericana hubiera seguido creciendo como lo venía haciendo en términos generales desde la prehistoria hasta el final de la etapa precolombina. La conquista marcó un punto de declive crítico de la población mesoamericana, eso es lo relevante, aunque no se debe evadir tampoco, la necesidad científica de determinar cuales fueron los factores específicos que causaron el drástico descenso de la población nativa.

 

La población mesoamericana al momento de la conquista (1521) era de alrededor de 30 millones de habitantes; para 1531 había disminuido a 16,8 millones (9); Veintisiete años después de la caída de Tenochtitlan, en 1548, la población indígena se estimaba en un poco más de 6 millones (10); en apenas 20 años ¡Mesoamérica había perdido entre 20 y 25 millones de personas!, ¿es eso un encuentro cultural de dos pueblos? Esa cantidad es más de tres veces la población judía inmolada en los campos de concentración nazi, pero nadie en la comunidad internacional llora por lo indios, ni se hacen películas y propaganda del holocausto indígena. Conste que la cifra referida es exclusivamente de Mesoamérica, falta contabilizar la pérdida de población del Caribe, América del Norte, y América del Sur; en una dimensión global,  agregaría a la población autóctona de África, Asía, y Oceanía, víctimas todos del colonialismo europeo, igualmente nadie llora por ellos, al contrario, los nativos del pueblo de Nabutautau, de las islas Fidji, pidieron perdón a los descendientes del misionero británico, el pastor metodista Thomas Baker, por haber sido devorado en 1867 por sus antepasados antropófagas.

 

Retomando la evolución de la población absoluta mesoamericana, otros veinte años después, en 1568 la población había descendido a  2.5 millones (11); la caída poblacional continuó, en 1605  apenas sobrepasaba el millón de habitantes indígenas (12); en 1790 inició un proceso mínimo de recuperación, llegando a 4,636,074 habitantes (13); al final del virreinato, en 1810, la población mesoamericana alcanzaba los 6,122,354 habitantes (14). Como podrá notarse, las cifras de población desde la conquista (35 millones), al término de la colonia (6 millones),  en tres siglos coloniales, la población estuvo lejos de recuperar sus cifras originales. Las condiciones establecidas durante la conquista y la colonia, son, sin lugar a dudas, la causa fundamental de la hecatombe poblacional, veamos ahora los factores específicos de la mortandad crónica.

Exterminio militar

 

El estado de guerra es el primer factor que incrementó de manera importante la mortalidad. No podemos determinar la cantidad de muertos, al decir de Bernal Díaz del Castillo, serían por miles los jóvenes y más saludables guerreros indígenas los que cayeron en la invasión de conquista, el cronista menciona las masacres por todo el territorio mesoamericano, en las regiones mayas, entre los pueblos del Altiplano Central, el Occidente, sin faltar el Sur y los Valles de Oaxaca (algunos bajo el dominio de los mixtecos) (15). Por la superioridad tecnológica y la agresividad del invasor, veo en las batallas más que una guerra de conquista, una de exterminio étnico.

 

Con todo y lo brutal de la guerra, la mortalidad durante la conquista dura tres a cinco años escasos, de 1519 a 1521; la guerra se prolongó hasta 1526, año en que Hernán Cortés escribió su Quinta Carta de Relación, y que posterior a la caída de Tenochtitlan (1521), menciona los hechos de guerra del Occidente, y del Sur (Las Hibueras), entre otros; después de eso, considero que las bajas en combate fueron poco significativas dentro de la mortalidad general de la Nueva España.

Guerra bacteriológica

 

Sin saberlo todavía, pero beneficiándose de eso, los conquistadores fueron los primeros en emplear la guerra y el terror bacteriológico (16), no como hoy se conoce, pero por su eficacia igual de letal. Los conquistadores españoles aportaron a Mesoamérica un conjunto de enfermedades infecciosas a las que ellos eran inmunes, pero no así la población autóctona. La epidemia de viruela durante el sitio de Tenochtitlan causó probablemente más estragos en el ejército mexica, que todas las batallas juntas frente a los castellanos, tlaxcaltecas y demás aliados. Aún a sabiendas de la superioridad tecno-militar de los ibéricos, y de sus miles de guerreros indígenas aliados ¿qué hubiera ocurrido sin esa epidemia? La especulación se puede sustentar por los resultados de la ofensiva mexica antes de la epidemia, aquella que encabezó Cuitlahuac y que infundió tan terrible derrota a los españoles (conocida como la Noche Triste), el mismo Cuitlahuac murió por consecuencia de la viruela y no por el acero español. Después de la conquista, y establecida la colonia española, a los gérmenes procedentes de Europa se sumaron los de África traídos por los esclavos negros, el bombardeo viral y bacteriológico diezmó a los indígenas hasta casi aniquilarles.

 

Como es sabido, las epidemias tienen picos estadísticos, los sobrevivientes generan con cierta rapidez la resistencia a los nuevos gérmenes introducidos, de tal forma que las epidemias muy probablemente tuvieron un mayor impacto en la mortalidad posterior a la conquista que los actos de guerra. No obstante, desde un punto de vista epidemiológico, me parece difícil de culpar a las epidemias aportadas por gérmenes europeos o africanos, del descenso constante y permanente de la población en los 150 años posteriores a la guerra de conquista. No me parece razonable que la población expuesta a los nuevos virus y bacterias haya tardado siglo y medio para establecer cierta eficacia inmunitaria, por eso mismo considero que las epidemias tampoco fueron la causa fundamental del despoblamiento mesoamericano.

Esclavitud, miseria y resistencia

 

La pérdida de su soberanía, de su autonomía, junto a la caída de sus instituciones culturales, sociales, y políticas, ocurrió al mismo tiempo que los pueblos eran diezmados por la guerra, y las epidemias, y lo peor, enseguida vino a establecerse el régimen esclavista. Millones de indígenas quedaron sujetos, y sobre-explotados bajo el régimen de las encomiendas. Las haciendas devoraron los terrenos comunales dejando a la población indígena sin las tierras de cultivo para el autoabasto. Durante todo el régimen colonial, se puede decir que los indígenas subsisten bajo una especie de estado de ocupación militar extranjera, con autoridades que desarrollan una guerra de exterminio étnico de baja intensidad pero implacablemente constante. Esta es –a mi entender- la verdadera causa del despoblamiento, y es esto mismo lo que algunos investigadores quieren ocultar.

 

Ese estado de ocupación militar y guerra de exterminio, fue más intenso y visible entre los colonizadores anglosajones de América del Norte, en Mesoamérica eso fue igualmente efectivo, pero se enfrentó a una tarea mayor, había que exterminar a una cantidad mucho mayor de indígenas, los que además disponían de una cultura sedentaria más fácil de aprovechar mediante el esclavismo, o en el sistema de trabajo de “peón acasillado”.

 

Los encomenderos y hacendados gozaron de poderes plenipotenciarios sobre sus trabajadores y esclavos, algunos de esos derechos habían estado vigentes en el medioevo español, pero incluso habían sido ya superados por las sociedades renacentistas. En la Nueva España se permitían o toleraban abusos y actitudes de explotación que no se permitían en España. Se llegó a dudar si los indígenas tenían alma o si eran hijos de Dios, se les llegó a herrar al fuego candente como animales de trabajo, el encomendero se daba el derecho de pernada, decidía sobre la vida y la muerte de sus encomendados y peones. No existía propiamente el jornal, el patrón determinaba a su discreción el pago, si es que había alguno, igualmente trabajaban de sol a sol y de lunes a sábados, únicamente, eso sí, el patrón se encargaba de que acudieran a misa todos los domingos.

 

El ambiente de opresión y explotación fue mucho más que lo que se intenta resumir, las condiciones de extrema miseria, hambre y desnutrición, y todo eso en su conjunto, acentúo el trauma de la conquista. Hay testimonios que demuestran como tribus enteras se dejaron morir antes de aceptar ese nuevo estado de cosas, las mujeres se negaban a procrear, preferían abortar antes de entregar a su hijo a un futuro sombrío y miserable, su fertilidad descendió de manera importante. Los hombres no estarían en actitud muy diferente, ante la hecatombe, por miles huyeron a las montañas, a los lugares aislados, se dejaron morir de frío, hambre y sed, pero sobre todo de tristeza y depresión. Algunos de los sacerdotes, médicos y sabios indígenas se ocultaron en lo más recóndito de la cañada, en las cuevas, ahí donde hasta el aire y la luz tenían dificultad de entrar; muchos de ellos desde ese lugar resistieron, se hicieron chamanes, nahuales, y hasta ellos acudían en secreto los pocos fieles que aún quedaban. Perdidos en la montaña mantuvieron vivo el espíritu de un pasado que se negaba a morir.

 

En ese estado de opresión, con un pueblo que desaparecía como las gotas de agua que se escapan de la mano, los líderes dejaron dicho que hacer, como preservar la tradición, la cultura y todo aquello que era precioso para ellos. Con el despoblamiento nace la resistencia, como una pequeña llama que encuentra abrigo en el corazón de los hogares, de donde debía de salir a formar la nueva hoguera. Al respecto, el documento denominado Testamento de Cuauhtemoc, expresa el sentir de un pueblo que se prepara a una resistencia larga y difícil, aunque de dudosa originalidad histórica, su vocación es certera, clara, y bien expresa lo que ahí pasó, lo que ahí se dijo:

 

Testamento de  Cuauhtemoc (17)

Emperador del México Anahuak

 

Nuestro Sol se ha ocultado Nuestro Sol se ha escondido y nos ha dejado en la más completa oscuridad... Sabemos que volverá a salir para alumbrarnos de nuevo, pero mientras permanezca allá en el Mictlan debemos unirnos ocultando en nuestros corazones todo lo que amamos.

 

Escondamos nuestros teokaltin (templos), nuestros kalmekameh (escuelas de altos estudios), nuestros tlachkouan, (campos de pelotas), nuestros telpochkaltin, (escuelas para jòvenes), y nuestras kuikakaltin, (casa del canto), y dejemos las calles desiertas para encerrarnos en nuestros hogares.

 

De hoy en adelante, ellos, nuestros hogares, serán nuestros teokaltin, nuestros kalmekameh, nuestros Tlachkouan, nuestros telpochkaltin y nuestros kuikakaltin.

 

De hoy en adelante, hasta que salga el Nuevo Sol, los padres y las madres serán los maestros y los guías que lleven de la mano a sus hijos mientras vivan, que los padres y las madres no olviden decir a sus hijos, lo que ha sido hasta hoy Anawak.

 

Al amparo de nuestros dioses, y como resultado de nuestras costumbres y de la educación que nuestros mayores inculcaron a nuestros padres, y que con tanto empeño éstos inculcaron en nosotros.

 

¡Que tampoco olviden decir a sus hijos lo que un día deberá ser el Grande México Anawak!

 

Profecías del Tlatoani Kuauhtemoc

Texto original en Náhuatl

 

Totonal yomotlatih Totonal yoixpollih iuan Zentla youayan o tech Kateh

Mach Tikmatih ka okzepa ualla man Ka okzepa kizakin iuan yankuiotika tech tlahuiliquin

 

Mach inoka ompa miktlan maniz manzanueliui tozentlalikan, tetochtetokan iuan tezolnepantla tiktlatikan nochi intlen toyolkitazohtla Kiueyi tlatkiomati.

 

Man tikin popolokan toteokaluan tokalmekahuan totlachkohuan totelpochkahuan tokuikakalhuan.

 

Man mozelkahuacan tohumeh iuan man tochanhuan Kin ihkuak kixouaz toyankuik tonal. In tatitzin iuan in nanzitzin Man aik kuikalkuan kimilhuizkeh itelpochhuan iuan matechnazkeh mo pipilhuan inokan nemiskeh uel kenin yoko.

 

Kin axkan totlazoh Anawak in tlanekiliz iuan tlapeliuiz in tonechtoltiliz uan iuan zan ye nopampa tokenmauiliz iuan tokem popoliz okizelikeh totiachkatzitzihuan iuan tleh totahtzitzin auik yolehkayopan oki xi nachtotakeh toyelizpan.

 

Axkan tehua tekin tekimakah in topilhuan Amo kin ilkauazkeh nonotzazkeh mopilhuan uelkenin yez kenin imakokiz iuan uelkenin chikahkauiz iuan uel kenin kiktzon kixtitin iueyika neltohtiliz inin totlatzoh talnantzin Anawak  

 

Marginación de la medicina indígena

 

El dominio hispánico impuso sus instituciones coloniales, marginando la cultura y tradición indígena. La ideología médica grecolatina (hipocrática y galénica), y en cierta medida la árabe, sustituyeron parcialmente a la prehispánica. Los médicos de formación europea desplazaron a los indígenas en la práctica oficial de la medicina. La medicina indígena fue señalada como inferior, y plagada de pensamientos “demoníacos” propios de la “superchería” de los curanderos amerindios, negros y mestizos “mal educados en la doctrina cristiana”. 

 

De la misma manera en que fueron los primeros sacerdotes cortesianos (de Hernán Cortés) los que impusieron el dominio de una nueva religión en América, los primeros médicos españoles fueron el germen de la medicina dominante que se injertó en la Nueva España. El doctor Cristóbal de Ojeda, llegó en 1519 con el ejército invasor de Hernán Cortés, fue el primer médico español que ejerció en México. El dominio militar, político, y religioso sobre los pueblos mesoamericanos, permitió que la medicina hispano-europea, suplantara rápidamente a las diversas manifestaciones de la medicina tradicional de las naciones originarias.

 

Se puede decir que la medicina indígena resistió mejor que otras instituciones culturales mesoamericanas. Como he mencionado, en el proceso mismo de la conquista y en la etapa Colonial Temprana, cuando Hernán Cortés reconocía en sus Cartas de Relación reconoce la eficiencia de los médicos indígenas, no obstante, se implantarían rápidamente las costumbres, cultura y medicina española. La medicina indígena, a pesar de haber sido relegada a un segundo plano, logró mantenerse fuerte, aunque en condiciones de marginalidad.

 

Los médicos que ejercieron de manera reconocida en la Nueva España, en el período 1521-1618, fueron sobre todo españoles nacidos o formados en la península. Conforme se consolidó el régimen colonial y los primeros inmigrantes españoles adquirieron arraigo americano, los médicos criollos e incluso mestizos e indígenas, avanzaron en proporción y número absoluto. Independientemente de las excepciones, se puede decir que los médicos de formación académica formaron parte de una casta privilegiada, tanto por su escasez como por su origen social. Germàn Somolinos ha realizado una paciente y cuidadosa recopilación de la nómina de  los médicos y profesiones relacionadas (18) que ejercieron en el Colonial Temprano de la Nueva España; ese autor pudo enlistar entre 1521 y 1618 un total de 97 médicos, 59 cirujanos, un algebrista (19), 17 médicos indígenas, 8 enfermeras, 31 boticarios, 4 curadores de bubas, 2 parteras, y 21 aficionados a la medicina (20).

 

Entre los médicos indígenas se incluyeron sobre todo a los que se formaron en alguna institución educativa colonial, y se dejan fuera de la lista, ante la carencia de registros o referencias, probablemente a miles de curanderos tradicionales que ejercían al margen de la ley virreinal. Entre los 17 nombres correspondientes a los médicos indígenas figuran Martín de la Cruz, y Francisco de la Cruz: el primero, médico indio del Colegio de Santa Cruz, Tlatelolco y autor de famoso Códice Badiano; y el segundo, Médico indígena de Tenochtitlan, uno de los informantes médicos de Sahagún.

 

La lista confirma el establecimiento de un sistema de salud oficial español, y de la marginación legal de la medicina indígena. Significa también la influencia temprana de la medicina española en la formación y práctica de la medicina indígena. Por otra parte demuestra que las autoridades novohispanas fueron más tolerantes para aceptar cierto reconocimiento legal de la medicina tradicional mexicana, que el aceptado por las instituciones que surgieron posteriormente en el México independiente y contemporáneo. Ciertamente, el término de “médico indígena” se encuentra todavía fuera de la Ley de Profesiones” y ningún médico tradicional indígena trabaja (como antaño) en algún hospital oficial del país.

 

La paulatina penetración de la ideología médica española se ve nítidamente reflejada en la producción bibliográfica de los profesionales y legos que ejercieron la medicina en la Nueva España. La actitud discriminatoria y de despreció en contra de la medicina indígena, permanece muy fuerte en la Colonia, el México independiente, y subsiste hasta nuestros días, baste leer un poco sobre el debate contemporáneo sobre la autoría del primer libro de medicina.

 

Persisten las opiniones poco venturosas que evalúan en el tiempo las obras médicas con parámetros que reducen la importancia de los autores nativos. Se ha mencionado reiteradamente, por ejemplo, que al doctor Francisco Bravo cabe “la honra de haber sido el primero que publicó en México un libro de medicina occidental”, en referencia a Opera Medicinalia (21), publicada en 1570; otra opinión similar le atribuye haber escrito el primer libro “impreso en América” según comenta Elías Trabulse (22); una opinión todavía más atrevida es la de José Doler Corte, para quien Francisco Bravo “es el primer autor médico de México y, por lo tanto, del continente americano” (23).

 

No se tiene mucho que decir respecto a que la dicha obra haya sido la primera de medicina en publicarse en México y América, sin embargo, me parece más mérito resaltar no a la primera obra publicada, sino a la primera obra de medicina escrita en la América colonial, ese parámetro coloca en un lugar de mayor relevancia al tepatiani Martín de la Cruz y al indio Juan Badiano, quienes escribieron en náhuatl y latín, respectivamente, el Opúsculo acerca de la hierbas medicinales de los indios en 1552, apenas una veintena de años después de la caída de México-Tenochtitlán, y veinte años antes de que el sevillano Francisco Bravo escribiera Opera Medicinalia,  son por ese motivo, los primeros autores médicos mexicanos. En el mismo sentido, mucho más acertada es la opinión de Ángel Ma. Garibay al afirmar que el Códice Badiano es en primer término, el más antiguo sobre medicina que se elaboró en todo el continente. (24)

 

El trauma de la invasión estadounidense

 

Parece extraño que un médico o trabajador de la salud deba estudiar Historia, sin embargo, el conservadurismo actual del gobierno mexicano ha reducido de manera importante las matrícula histórica de la educación básica, media y superior ¿a quien beneficia mantener la ignorancia del pasado?, únicamente a quienes cometieron desmanes y fechorías y les queda un poco de vergüenza. Lo mejor es drenar las infecciones que corroen las entrañas de la nación, antes que le pudran el alma, eso es lo más saludable, y no intentar taparlas con gasas limpias por fuera y dejar lo nauseabundo por debajo, por eso mismo, vale la pena conocer el contexto mexicano durante la invasión y ocupación militar de los EUA. Su estudio, permitirá comprender, porqué la ciencia y la medicina mexicana de la segunda mitad del siglo XIX adoptó el modelo francés y rechazó tajantemente aquello que venía del país que fincó su poder económico y militar mediante la usurpación y la rapiña del territorio mexicano.

 

Después de su “independencia”, Texas se mantuvo como Estado Independiente por muy poco tiempo, apenas de 1836 a 1845. En ese lapso, Texas prosperó con la especulación de las tierras y la implementación del esclavismo. El gobierno de los EUA esperó un poco, lo suficiente como para lograr una mayor penetración de sus propios colonos y agentes en ese territorio, como las hienas, aguardó que la presa mexicana estuviera en su momento de más debilidad para atacar y engullir todo el territorio que fuera posible. No le faltaban pretextos, tampoco momentos de división en México, la enorme torpeza de los conservadores y centralistas crearía la magnífica coyuntura para la invasión.

 

En 1843 el gobierno mexicano había advertido que la anexión de Texas a los EUA sería considerado como una declaración de guerra. No obstante, de la posición de México, e incluso de la oposición interna de los líderes antiesclavistas estadounidense, en 1845 los Estados Unidos admitió la integración de Texas. A pesar de eso, México no respondió con la guerra, pero la voracidad del vecino estaba incontenible, mediante el latrocinio abierto y descarado de los tejanos y norteamericanos, que demandaba que los límites de Texas no eran los reconocidos en las márgenes del río Nueces, ¡sino hasta el río Bravo!. Sin más argumento que la fuerza de las armas, el 13 de enero de 1846, el presidente demócrata James K. Polk ordenó al general Zachary Taylor para que el ejército norteamericano saliera de Corpus Christi, Texas, y cruzará el río Nueces, a fin de ocupar el terreno entre este y el río Bravo, la invasión había comenzado.

 

Preparado con anticipación, los EUA, más rico y poblado que México, se dio el gusto de invadir a México por todas partes. Otro importante cuerpo de su ejército, al mando del General John Ellis Wool, salió de San Antonio Béjar, Texas, en el mismo año de la invasión (1846), se dirigió al occidente para tomar Presidio, Chihuahua, dio un giro al sureste para tomar Monclova, Coahuila (en el otoño de 1846), llegó luego a Parras, de ahí a Saltillo, para continuar el mismo derrotero del ejército de Taylor. Otras unidades militares hostilizaban la costa del Golfo, uno de ellos salió de Matamoros para atacar Tampico, otro salió de Veracruz para atacar Tuxpan, uno más de la naval, dirigido por Perry salió de Nueva Orleáns para atacar Veracruz, y de ahí se dirigió al sureste para arremeter contra Frontera, Tabasco.

 

En otra línea expedicionaria, en el mismo año de la intervención americana, 1846, el ejército norteamericano, comandado por Juan Charles Frémont, cruzó el paralelo 42,  llegó a Sonoma, San Francisco, Monterrey (California), Santa Bárbara, Los Ángeles en donde la población presentó una heroica resistencia, para concluir tomando San Diego, el 19 de julio de 1846. Desde su inicio, el ejército de Juan C. Frémont, contó con el apoyo de la escuadra del Pacífico, el comodoro Juan D. Sloat que tomó Monterrey, la capital de California, luego llegó a la costa de Santa Bárbara, vino a hostilizar el puerto de San José del Cabo en Baja California, La Paz, y Mulegé, cruzó el Mar de Cortés para atacar Guaymas, desde José del Cabo se dirigió al sur costeando el territorio mexicano hasta Chiapas. De manera simultánea, Brandford Shubrick, comandante en jefe de las fuerzas navales de los EUA establecido en Monterrey, California, costeó el occidente de la Alta y Baja California, llegó a San José del Cabo, atacó Mazatlán y el Puerto de San Blas. 

 

Cuando el ejército del general Taylor invadió México, y todo el país es asediado por la armada y ejército norteamericano, el país estaba en la bancarrota, y no disponía de recursos para enfrentar la formidable invasión, Don Valentín Gómez Farías hacía lo posible para recaudar fondos para la defensa del país, pero es depuesto por los polkos y la Iglesia, casi al mismo tiempo que el general Winfield Scout, procedente de Nueva Orleáns, entra por Veracruz con un tercer ejército invasor, derrotó a las fuerzas mexicanas en su paso hasta la capital, no sin la heroica defensa de Chapultepec y el sacrificio de los Niños Héroes en septiembre de 1847. Irónicamente, en el mes patrio, siendo el 14 de septiembre de 1847, los invasores levantan la bandera de los EUA en el Palacio Nacional, en el centro de la Ciudad de México. El gobierno mexicano salió de la capital para instalarse en Querétaro.

 

Como podrá notarse, el ejército norteamericano había preparado con suficiente anticipación su táctica de invasión, concentró su ejército de manera que pudiera entrar por puntos estratégicos y tan distantes como Bents’s Fort en los límites del río Arkansas, Corpus Christi en el extremo sur de Texas, y al occidental del Paralelo 42, igualmente instruyó la agresividad de la Armada del Atlántico y el Pacífico. Integró su ejército principal en Nueva Orleans, y la flota para transportarlos. El ejército que entró por Nuevo México, tenía por objeto tomar la Alta California cortando su comunicación con el centro del país, y ocupar la extensa área occidental, desde el río Colorado hasta el Paralelo 42 límite norte fijado en 1819 y ratificado en 1828, de paso se apoderaba de Chihuahua y parte de Coahuila; el ejército que había cruzado el río Cocos y el Bravo, procedente de Texas, era una maniobra bien meditada que tenía por objeto controlar Matamoros, y asediar las principales ciudades del norte de México, distrayendo al ejército mexicano y ocupando territorio que después, se podría negociar su devolución como chantaje para apropiarse de otros menos poblados y más grandes; la Armada realizó maniobras de distracción en toda la costa mexicana del Golfo, y el Pacífico, apoderándose temporalmente de la Baja California; sin embargo, el cuerpo que invadió Veracruz era la fuerza principal que tenía por objeto tomar la capital del país y obligar, por la fuerza, un tratado que reconociera la anexión de los territorios del norte a los EUA, todo resultó como lo planearon. Por más que se quiera mentir diciendo lo contrario, la decisión expansionista se había tomado mucho antes, para iniciar la invasión podía servir cualquier pretexto, e incluso inventarlo, de una u otra forma, un país nada respetuoso de su vecino, había determinado pillarle de la forma más vil.

 

El ejército usurpador, con enorme intuición de lo que podría venir si se quedaba más tiempo, apresuró los trámites para salir pronto con el botín de guerra. El 2 de febrero de 1848 obtuvo la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, es este las autoridades mexicanas aceptaban la cesión de los territorios de Texas, Nuevo México, y Nueva California. El país había perdido más de la mitad de su territorio, 2 millones 400 mil kilómetros cuadrados, la extensión territorial que hoy ocupan los Estados de Arizona, California, Colorado, Nuevo México, Nevada, Utah y parte de Wyoming (25). México recibió a cambio 15 millones de pesos de indemnización, suma otorgada a discreción y la amenaza militar  de los norteamericanos. A pesar de la superioridad numérica de la población de los EUA respecto a la mexicana, de quedarse más tiempo, seguramente los EUA se hubieran visto frente a una guerra de guerrillas generalizada y una resistencia total de la población, y tal como le ocurriría posteriormente al ejército francés, tendría que haber salido del país en otras condiciones. El hubiera no es posible en la historia y en los hechos consumados, la estrategia de retirarse pronto con los robado, fue lo mejor que pudo haber hecho el ejército de los EUA.

 

En los pocos meses de ocupación, los norteamericanos no ejercieron actos de gobierno, ni emitieron documentos normativos o decretos que merezcan alguna mención, es evidente que venían por lo suyo, y una vez obtenido el territorio ambicionado, no tenían, por suerte para ellos, más que hacer en el país; tenían en ese momento muy poco que aportar a México en lo ideológico, en la mayor parte del territorio de la Unión Americana, la esclavitud era algo ordinario, e incluso legal, mientras que en México, esa práctica salvaje había sido abolida constitucionalmente con el nacimiento de la República. Por otra parte México había superado la sociedad de castas, no sin problemas y reminiscencias culturales, mientras que en EUA estaba por venir una de las peores etapas de exterminio étnico de los indígenas americanos, y la guerra civil tocaba las puertas antes la voluntad esclavista de los estados sureños.

 

En suma, los EUA era un país próspero que contaba con un ejército poderoso, pero no tenía mucho que aportar en el plano social y de derechos humanos. Mucho se puede discutir en un ensayo de historia comparativa entre ambas sociedades, hay incluso argumentos de intelectuales norteamericanos que buscan justificar la invasión, la publicidad más socorrida es aquella que presenta a “los patriotas tejanos y norteamericanos como héroes que combatieron a un gobierno mexicano corrupto”, tal vez tengan razón en lo de “incompetente y corrupto” sobre gobierno de Santa Anna, pero nunca y de ninguna manera, podrán decir que un buen vecino es aquel que entra a matar y robar la casa de a lado por que el vecino tiene problemas internos, eso no tiene ninguna justificación histórica.

 

La intervención norteamericana no aportó nada positivo a los mexicanos, si acaso, y demasiado tarde, se aprendió a tomar precauciones en la aceptación de grupos organizados de extranjeros con asentamientos en el territorio nacional, evitando en el futuro, la excesiva  generosidad mexicana como aquella que se brindó a los colonos tejanos anglosajones. Por su parte, la invasión repercutió negativamente en el estado de ánimo de la población, se generó un ambiente de abatimiento, de depresión psicológica que venía a revivir y potencializar el viejo trauma de la conquista.

 

La invasión de los EUA, y la mutilación de la mitad del territorio nacional, había dejado al país en una profunda crisis general, la economía y el comercio estaban desechos, la recaudación fiscal deprimida, el pueblo resintiendo a sus muertos y en el decaimiento moral ante la derrota. El país se sentía inerme ante los abusos de las potencias extranjeras, y fastidiado ante la incapacidad de sus dirigentes para ponerse de acuerdo en el quehacer del estado y la elaboración de la política interior. No obstante de ser un pueblo católico, amplios sectores de la población se sentían igualmente decepcionados ante la indolencia de la Iglesia, su exuberante riqueza, y su conservadurismo monárquico exacerbado.

 

La simpatía por la ideología constitucional de los EUA, que habían manifestado los líderes y legisladores fundadores de la República Mexicana, y que había quedado plasmada en el contenido de la primera Constitución Federal Mexicana (1824), cambió radicalmente después de la invasión y pillaje estadounidense del territorio mexicano (1846-1847), en adelante, los mexicanos fortalecerían las antiguas empatías por la ideología de la Revolución Francesa, y la ciencia médica del país galo. La influencia de la medicina francesa en México comenzó a perder fuerza al principio del siglo XX, a partir del inicio de la década de los años 1930s y definitivamente en los 1940s la medicina estadounidense domina completamente la enseñanza médica y el comercio de medicamentos, bienes e implementos tecnológicos en salud.

 

No obstante de los beneficios e intereses contradictorios de las medicinas imperialistas, las expresiones dominantes de la medicina hispánica, francesa y estadounidense, tienen en común el desprecio de la medicina tradicional mexicana. El sistema y cultura de la clase dominante, mantiene una actitud de discriminación étnica, cultural, y médica, en contra de todo lo indio y popular. Para el Estado mexicano, lo único valioso en medicina transcurrió de la hispánica, a la francesa, y estadounidense, todo lo que estuviera fuera de esas tres vertientes, ha sido nulo, sin valor, y propio de la gente menor, ignorante y atrasada.

Necesidad de la reconciliación histórica

 

Antes que cualquier otra cosa, el pueblo mexicano necesita una reconciliación histórica, una revalorización de su cultura a través del rescate de sus propias fortalezas heredades de un pasado esplendoroso, de donde dimanan nuevos paradigmas a seguir, básicamente, el construir una sociedad que vale por lo que es, y no por lo que posee, una cultura que admire más a quien coopera solidariamente, que a quien compite, usurpa, y domina.   

 

Sobre la conciliación histórica, lo dice genialmente Lorenzo Meyer: Ni las personas ni las naciones tienen porque ser prisioneras de su pasado, pero ni las unas ni las otras pueden vivir su presente o proyectar su futuro sobre simples hojas en blanco (26), superar el trauma de la conquista española y el robo estadounidense del territorio mexicano, es una tarea todavía pendiente en la conciencia histórica y cultural de la población mexicana. La psicología social nos demanda primero tener conciencia, revivir los hechos, extraer los traumas del subconsciente, a fin de poder superarlos. Para eso se requeriría una socialización masiva del problema, para lo que no ha habido voluntad, ni del Estado conservador, ni de quienes todavía controlan el poder político, económico e ideológico, ediciones actualizadas de la cultura hispánica criolla.

 

Frente a una institución católica y romana dispuesta a disculparse de sus errores ante los poderosos, pero no así frente a los humildes, que puede pedir perdón frente a la rica comunidad judía internacional, por no haberlos defendido lo suficiente frente a la violencia nazi en su contra, pero que no reconoce su complicidad en el más grande de los holocausto de la historia de la humanidad, el genocidio contra los pueblos amerindios. Frente a un imperialismo estadounidense capaz de disculparse ante sus ciudadanos de origen japonés, por haberlos recluido discriminatoriamente en guetos, durante la II Guerra Mundial, pero pleno de soberbia y prepotencia, se niega a pedir perdón por el exterminio de sus pueblos originarios, y menos se pensaría en ofrecer una disculpa histórica al pueblo de México, por haberle robado la mitad de su territorio.

 

En efecto, la higiene de la conciencia histórica, implicaría la disculpa pública de la iglesia católica por haber destruido tan atrozmente las creencia e ideología de los pueblos indios, se requeriría también que la sociedad criolla que domina la economía, el comercio, y los medios de comunicación, reconocieran que el etnocentrismo racista, explotador, e intolerante de otras culturas, incluyendo las indígenas; es necesario además que los políticos y administradores de la educación y cultura dominada por la ideología judeocristiana, hispana, y pro-estadounidense, deje a un lado su política de asimilación y de integración forzosa a costa de la pérdida del alma cultural de los indios; como todo eso no es posible en las condiciones actuales, lo más probable es que el estado de cosas continúe y el pueblo mexicano seguirá cargando con el trauma de la conquista, y el dominio del imperialismo estadounidense, de tal forma que la antigua sociedad de castas seguirá reeditándose con todo su poder discriminatorio, en una sociedad mexicana dominante, excluyente, y generadora de graves disparidades económicas y sociales.

Reivindicación cultural

 

Resulta por demás polémica la definición del término cultura, en sentido amplio, para la Real Academia Española, es el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, y/o en un grupo social (27). Sin embargo, conviene distinguir algunas de las particularidades del universo cultural. La Filosofía, la Sociología y la Etnología, identifican dos formas de cultura, no separadas, sí invariablemente relacionadas (28): la espiritual y la material. La cultura espiritual se refiere al conocimiento total de un pueblo, el conjunto de todas sus nociones, creencias, usos, costumbres y normas (29); la cultura material, por su parte, comprende las técnicas heredadas para la solución de problemas prácticos y el equipamiento técnico de una sociedad (30).

 

En un sentido restringido, la cultura médica espiritual es la totalidad de conocimientos, pensamientos, y concepciones del mundo relacionadas con la medicina y la salud; la cultura médica material, se refiere a las técnicas, bienes, servicios, y en general todos los medios de producción dirigidos al diagnóstico, prevención y atención, de los padecimientos en una sociedad determinada. Ambas tienen una relación indisoluble y dinámica; por una parte, la actividad material y productiva del hombre es el fundamento en las demás esferas de la vida; por la otra, los resultados de su actividad psíquica e intelectual, se materializan, se transforman en productos, en técnicas, y en obras de arte (31). En resumen, la MT es parte y expresión de la cultura en un lugar, tiempo, y pueblo o grupo social específico.

 

Como la conciliación histórica y cultural probablemente nunca vendrá de los responsables externos del trauma psicológico, la alternativa más viable es la reconciliación interna. La sociedad mexicana debe entrar en un proceso permanente de recate y revalorización de sus culturas tradicionales y populares. Mucho se ha hecho en este sentido, pero es mucho más lo que falta por hacerse. Instituciones y personalidades del mundo cultural han trabajado tenazmente por la recuperación de la música, danza, poesía, y otras diversas manifestaciones del arte prehispánico y mestizo, otros han permitido reconstruir la filosofía, ideologías místicas y religiosas, y diversos campos de las tecnologías tradicionales.

 

La medicina tradicional, en tanto que ideología, ciencia, técnica y arte, ha tenido igualmente notables avances en su reconstrucción, reivindicación de sus derechos a ser, existir, ha su validación legal y reconocimiento de su eficiencia terapéutica, higiénica y preventiva. En la misma medida en que un pueblo percibe que la sociedad mexicana, toda entera, estima y valora sus conocimientos y saberes ancestrales, su lengua, cultura, y medicina, ese pueblo recupera su orgullo, y mejora sustantivamente su autoestima.

 

Los pueblos tienen su orgullo cultural, algunos lo tienen exacerbado hasta rayar en el narcisismo colectivo, o en el orgullo étnico casi sublime; otros lo tienen demasiado bajo, al grado de mantener a sus naciones al borde de su desintegración, y el fracaso histórico. Estimo que la autoestima del pueblo mexicano puede considerarse como media-baja en comparación con otras naciones del mundo, aunque, al interior del mismo país, existen enormes diferencias de un lugar a otro, y de un estrato social específico a otro diferente, la autoestima es muy baja en las áreas indígenas y de menor desarrollo económico.  

 

En mi experiencia personal, he podido constatar la recuperación de la autoestima cultural de individuos y colectivos populares, después de que profesionistas y académicos universitarios hemos acudido con modestia a aprender de ellos, a someternos como estudiantes y aprendices, eso se ha acrecentado cuando la gente común del medio urbano acude para aprender o atenderse con los médicos y curanderos indígenas, y se consolida cuando incluso vienen del extranjero para aprender y curarse de sus padecimientos.

 

La recuperación de la cultura y medicina tradicional no está exenta de abusos y desviaciones. Cuando una población recupera su orgullo histórico y cultural, y al mismo tiempo mantiene de manera equilibrada su admiración y reconocimiento de las cultura y valores tradicionales de otros, entonces el proceso reivindicativo se encuentra en el cause humanamente razonable y muy positivo para estimular el desarrollo social y cultural de los pueblos. En otras ocasiones los individuos y colectivos pueden exagerar la autoestima para caer en una especie de facismo ultranacionalista en donde se estima únicamente lo propio y se desprecia lo extraño. A continuación algunas de las corrientes, fortalezas y desviaciones del rescate, aplicación e integración popular e institucional de la medicina tradicional.         

Culturalismo

 

En mi opinión, el culturalismo es aquella tendencia que sobrevalora el peso de la cultura espiritual en la determinación de la vida del hombre; que toma a la cultura como un factor determinante y no dependiente de las condiciones sociales y económicas; en la práctica, esta corriente idealista subestima la importancia de la cultura material; además, la antropología culturalista propende a la utilización, a veces abusiva, de referencias culturales como factores condicionantes de la ideología y prácticas médico-populares. Se pueden observar al menos dos manifestaciones del culturalismo, el académico y el político.

 

Limitaciones culturalistas. Como una manifestación del centralismo que todavía impera en el país, el culturalismo académico se integra con personajes de renombre intelectual, radicados sobre todo en la capital del país (los hay también en provincia), desde donde manejan una especie de monopolio académico de los recursos y presupuestos estatales, proyectos, programas y obras relacionadas con la MT; este grupo exalta la defensa, preservación y respeto de la cultura médico-tradicional, sin consecuencias o escasa operatividad técnica, material, o de aplicación clínica. Han escrito importantes obras sobre la cultura e historia de enorme utilidad teórica pero en gran parte carentes de elementos de utilidad práctica en MT; no se descalifica para nada su labor intelectual, por el contrario, se reconoce que fueron sobre todo ellos los primeros en iniciar el rescate de esa extraordinaria herencia cultural. Sin embargo, de lo que se trata ahora es de impulsar un debate más allá de lo histórico y cultural, para entrar plenamente a la cuestión de las tecnologías apropiadas en salud, a la validación clínico-terapéutica, y del desarrollo de aquellas investigaciones que permitan el aprovechamiento integral del saber médico tradicional.

 

Unidirección de la práctica intercultural. Los proyectos e iniciativas para la práctica intercultural de la medicina, se limitan predominantemente a la educación en MT de aquellos profesionales de la salud que trabajan en regiones indígenas; el objetivo principal es la aplicación eficiente de los planes de salud gubernamentales en los espacio etnoculturales marginales de México. La metodología dominante en la política oficial de la práctica médica y de los programas de salud en el medio cultural indígena, se puede resumir en los siguientes puntos: a) reconociendo y respetando que las comunidades indígenas que poseen una cultura diferente a la dominante entre los mestizos y blancos de las zonas urbanas de la mayor parte del país; b) el profesional de la salud debería conocer la cultura de las comunidades indígenas en donde ejerza sus servicios, incluyendo el conocimiento de la lengua indígena (32) que corresponda; c) lograr la participación de la comunidad en los programas de salud, para eso se debe llevar la medicina al indígena sin esperar que éste venga a la medicina (33); descender la medicina científica al nivel de la cultura de la comunidad (34);  e integrar la medicina al contexto intercultural (35).    

 

Se puede estar plenamente de acuerdo en las directivas metodológicas referidas para la práctica intercultural, sin embargo, no en lo limitativo de su sentido unidireccional, en este concepto la “cultura citadina y mestiza lleva la ciencia médica a la comunidad indígena”, esa es una visión paternalista que subestima las capacidades de la medicina tradicional de las culturas indígenas del país. Ciertamente la propuesta intercultural debe ser remitida a su contexto, ya que aparece en la segunda mitad del siglo XX, en un momento en que las comunidades indígenas carecían de cualquier servicio médico y de salud proporcionado por el Estado posrevolucionario, se puede compartir la prioridad de entonces para introducir un mínimo de servicios de salud que permitieran reducir las altas cifras de morbi-mortalidad, pero no debe quedarse ahí.

 

Necesidad de la interacción bidireccional. Considero que no puede haber más pretextos para una integración con principios democráticos y de equidad, eso y a pesar de que subsisten enormes condiciones de marginalidad sanitaria en las comunidades indígenas, no muy lejos por cierto de los cinturones de miseria de las grandes ciudades, es el momento de ampliar la propuesta de relación entre los sistemas estatales de salud, y las medicinas tradicionales y alternativas. Se trata ya no únicamente de llevar la medicina científica a las comunidades marginales, debe ahora reconocerse que hay mucho de alternativo en el conocimiento médico tradicional, conceptos holísticos, atención humanística, y técnicas preventivas y terapéuticas eficientes capaces de ser implementadas en los programas de salud del país; en suma, hay mucho que traer de la comunidad a la ciudad, de la cultural tradicional y popular marginal, a la cultura dominante, se requiere únicamente de un trato de equidad y de interrelación en ambos sentidos.

Desviaciones ultranacionalistas

 

Se advierten los peligros de desviaciones ultranacionalistas de algunas expresiones actuales de la medicina tradicional. El culturalismo político y militante de la superioridad étnica nacional, es una corriente pseudo-culturalista, sostenida sobre todo por personas de escasa formación académica y de marcada influencia chovinista, que promueven compulsivamente el rescate y orgullo de las culturas autóctonas, con frecuencia yendo al extremo de despreciar todo lo relativo a las culturas europeas, y persiguiendo objetivos de propaganda ideológica y de reivindicación política. Estas expresiones han olvidado la propuesta de modelos de validación clínica y terapéutica que permitan el establecimiento de sistemas de salud integrados.

 

He podido conocer diversas personas representativas de esta manera de pensar, el intercambio teórico con ellos es realmente difícil ya que disponen de una letanía de concepciones dogmáticas preconcebidas, las que se podrían resumir diciendo que todos los males de la sociedad podrían resolverse si se reconstruyera a plenitud la gloria y esplendor de la cultura azteca, maya, purhepecha, o de cualquiera otra de las culturas mesoamericanas. Se percibe en ellos una visión idealista y poco realista de regreso al pasado, y de una compulsión por practicar la MT bajo la estricta “ortodoxia y pureza original”. Hay también una visión exaltada de la cultura autóctona, y un desprecio —incluso grosero— de otras culturas consideradas extrañas.

 

Esta corriente del pensamiento niega cualquiera de las bondades o avances aportados por la medicina moderna, quisieran sustituir el sistema de salud actual, por otro integrado de manera exclusiva por curanderos, brujos, chamanes, y terapeutas alternativos, les agradaría tirar a la basura los medicamentos farmacéuticos, para llenar de hierbas medicinales los anaqueles de las instituciones de salud. Esta caricaturización no es exagerada, quienes profesan esta doctrina ultranacionalista, tienen la enorme incapacidad de pensar en un sistema de salud incluyente, en donde quepan las diferentes expresiones de la medicina.

Pluralidad en la etnomedicina a integrar

 

Resulta poco serio hablar de la integración de la medicina indígena, sea náhuatl, purhepecha, maya o de cualquier otra por separado. La pertinencia de integración de las “medicinas tradicionales”, así en plural, es indispensable, esto si realmente se tiene la voluntad política y jurídica de ser incluyente. Existe una MT por cada grupo étnico radicado en el país, más de cuarenta tipos de sistemas y concepciones de la medicina. La Medicina Tradicional de México comprende todas y cada una de las expresiones médico tradicionales existentes en el país, e incluso de los vestigios de la medicina de aquellos pueblos desaparecidos ante la violencia de la conquista y la colonización. Tampoco se pueden dejar fuera las prácticas populares mestizas, ni las manifestaciones de la medicina tradicional de los pueblos radicados en otras latitudes.

 

No puede ser de otra forma, la diversidad de culturas que se encuentran en el actual territorio mexicano, conforman un rico mosaico de matices culturales y orígenes históricos, los que se manifiestan con cierta nitidez y correspondencia en la composición étnica del país: 55% de mestizos, 20% de amerindios, 16% de europeos, y 9% de otras minorías (36). La mayoría mestiza, todavía en crecimiento, manifiesta igualmente una cultura dominante formada en el crisol de múltiples vertientes culturales, antiguas y recientes; desde las manifestaciones greco-latinas y árabes aportadas por los colonizadores españoles, hasta la cuarentena de lenguas y culturas de las primeras naciones y su antiquísimo pasado americano, sin excluir la presencia afroamericana. En este documento se rompe de manera premeditada con la idea de una práctica purista de alguna de las expresiones étnicas de la medicina, se intenta en todo momento combinar experiencias nacionales, las venidas del exterior y que han sido de cierta forma asimiladas por la población mexicana de la actualidad.

 

Notas y bibliografía

 

(*) Médico cirujano general, investigador y promotor de las medicinas tradicionales y alternativas. Presidente fundador del Instituto Mexicano de Medicinas Tradicionales Tlahuilli AC, actualmente director de la Revista Electrónica Tlahui (http://www.tlahui.org). La ponencia fue preparada para el Convegno Balducci, Septiembre del 2006.
(1) Palazuelos Cinta, Javier. Escritura Pública del Instituto Mexicano de Medicinas Tradicionales Tlahuilli A.C. Notaría Número 10, Cuernavaca, Morelos, México, 24 de Julio, 1984, p. 8.
(2) Hernán Cortés. Cartas de Relación de la Conquista de México. Espasa Calpe-Austral. México, 1945, 300 pp.
(3) Hernán Cortés. Cartas de Relación de la Conquista de México. Espasa Calpe-Austral. México, 1945, Carta Segunda, p. 72.
(4) Morales Valerio, Francisco. Fray Jacobo de Testera (1490?-1542). Un notable misionero en Tabasco. Arqueología Mexicana, Mayo–Junio de 2003, Vol. XI, No. 61, p. 58.
(5) Miguel León Portilla. Visión de los Vencidos. UNAM. México, 1982, p. 116.
(6) Del náhuatl: teotl, dios y cuitlatl, excremento. Nota del autor.
(7) Herlinda Treviño Vda. de Sáenz. Primer Herbario Azteca y Mestizaje Agrícola . Siglo XV al XX. México, 1979, p. 43.
(8) George M. Foster. Tzintzuntzan . Fondo de Cultura Económica, México, 1972, p. 31.
(9 Fennet F, Henderson D A et al. The history of smallpox and its spread around the world. En Smallpox and its eradication. OMS Suiza. 1988. Cáp 5; 209-243.
(10) Borah y Cook. The population of Central Mexico in 1548: An Analysis of the Suma de Visitas de Pueblos. 1960.
(11) Cook y Borah. The indian Population of Central México. 1531-1610, 1960.
(12) Cook y Borah. The indian Population… Ibid. (13) Primer Censo de Población de la Nueva España, 1790. Censo de Revillagigedo “Un Censo Condenado”. Dirección General de Estadística. SPP, México, 1977.
(14) Navarro y Noriega, Fernando. Memoria del Reino de la Población de la Nueva España. México, 1820.
(15) El Valle de Oaxaca, guía oficial. INAH, México, 1976, p. 54.
(16) Diomedi P., Alexis. La guerra biológica en la conquista del nuevo mundo: Una revisión histórica y sistemática de la literatura. Rev. chil. infectol., [online]. 2003, vol.20, no.1 [citado 17 Junio 2005], p.19-25, URL: http://www.scielo.cl/. ISSN 0716-1018.
(17) El nombre de Cuauhtemoc (el náhuatl no lleva acentos) se debe traducir como “Águila que desciende”, es decir que ataca en picada. Nota del autor.
(18) Somolinos D’Ardois, Germàn. III. Relación alfabética de los profesionistas médicos o en conexión con la medicina, que practicaron en territorio mexicano (1521-1618). Capítulos de Historia Médica. Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina, México, 1978, 312 pp.
(19) Especie de ortopedista, traumatólogo y huesero, o más formalmente, un tipo de cirujano que se dedicaba especialmente a la curación de dislocaciones de huesos.
(20) Somolinos D’Ardois, Germàn. III. Relación alfabética de los profesionistas médicos o en conexión con la medicina, que practicaron en territorio mexicano (1521-1618). Op. cit., pp: 181-187.
(21) García Icazbalceta, Don Joaquín. Bibliografía Mexicana del Siglo XVI, p. 231. Referencia en las notas Preliminares de la edición facsimilar de 1994 del INAH y de la Benemérita Universidad de Puebla, de la obra: Bravo, Francisco. Opera Medicinalia, Mexici, apud Petrum, Ocharte, 1570, p. IX-X. El título completo en castellano, traducido de la obra original en latín,es el siguiente: Obras Medicinales en las cuales consta de muchas cosas que el médico necesita saber, dispuestas en cuatro libros cuyo contenido se expresa al reverso. Su autor, Francisco Bravo, doctor osunés y médico mexicano.
(22) Trabulse, Elías. Historia de la Ciencia en México. Estudios y textos, Siglo XVI. Conacyt/Fondo de Cultura Económica, México, 1983, Tomo I, p. 259.
(23) Doler Corte, José, en las notas Preliminares de la edición facsimilar de 1994 del INAH y la Benemérita Universidad de Puebla, de la obra: Bravo, Francisco. Opera Medicinalia, Mexici, apud Petrum, Ocharte, 1570, p. XIII.
(24) En la introducción de Ángel Ma. Garibay K. sobre la obra: Martín de la Cruz. Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis. IMSS. México, 1964, p. 7.
(25) No satisfecho con esto, mediante el tratado de la Mesilla (1853), “compra” el territorio del mismo nombre. Nota del autor.
(26) Meyer, Lorenzo. El cactus y el olivo. Las relaciones de México y España en el siglo XX. Editorial Océano, México 2001, p. 13
(27) Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española. 22a edición, España, 2001, p. 483.
(28) Diccionario marxista de filosofía. Ediciones de Cultura Popular, octava reimpresión, México, 1978, p. 65.
(29) Antropología cultural. Diccionarios Rioduero. Ediciones Rioduero, Madrid, España, 1986, p. 48.
(30) Antropología cultural. Diccionarios Rioduero. Ibid., p. 48.
(31) Diccionario marxista de filosofía. Ediciones de Cultura Popular, octava reimpresión, México, 1978, p. 65.
(32) Aguirre Beltrán, Gonzalo. Programas de salud en la situación intercultural. IMSS, México, 1980, p. 19.
(33) Aguirre Beltrán, Gonzalo. Programas ... ibid., p. 24
(34) Aguirre Beltrán, Gonzalo. Programas ... ibid., p. 26
(35) Aguirre Beltrán, Gonzalo. Programas ... ibid., p. 29
(36) Gran Atlas Universal. América del Norte y el Caribe. Milenio Diario. Editorial Sol 90, Barcelona, España, 2004, t. 2, p. 43.

 


Curso de Etnomedicina y Herbolaria Mexicana
Mexican Ethnomedicine and Herbalist Course
Cours d'ethnomédecine et phytothérapie mexicaine
Diplomado en Medicina Tradicional de México y sus Plantas Medicinales
Diplomado en Temazcalli de México
Diplomado en Acupuntura y Medicina Tradicional de China
Búsqueda en Ciencias de la Salud
Regresar a Tlahui-Medic No. 22
Go back to Tlahui-Medic No. 22
Retourner à Tlahui-Medic No. 22



Tlahui Medic 22, 2006, desde 6 Agosto, 2006
Consultadas a Tlahui desde el 6 de Marzo, 1996



 
Medicinas Tradicionales y Alternativas - Traditional and Alternative Medicines - Médecines traditionnelles et douces. Herbolaria - Herbalist - Erboriste - Etnomedicina - Ethnomedicine - Ethnomédecine. Temazcalli - Temzcal. Biblioteca Virtual de Tlahui - Virtual Library - Bibliotheque Virtuelle - Libro Digital - Libro Electrónico - e-books - libro-e - livres - libros digitalizados - bajar - download - bibliothek - librose - consulta - linea - tlahui - digital - librairie

medicos, indigenas, tradicionales, historia, clinica, signos, sintomas, molestias, padecimiento, enfermedad, dolencia, sintomas, signos, clinica, susto, espanto, mal, ojo, embrujamiento, alimentos, padecimientos, enfermedad, enfermedades, consultorio, consultorios, cabinet, salon, medico, medicos, medical, medecin, doctor, docteur, physician, medecin, virtual, curandero, healer, shaman, men, arztlich, doktor, arzt, mediziner, medizinmann, heiler, sorcier, guerisseur, consulta, consult, consulter, consejo, conseil, conseil, confer, refer, orientacion, asesoramiento, opinion, tip, hinweis, rat, ratschlag, suggestion, tuyau, avis, advice, counsel, bet, feeling, view, belief, mind, veredict, heranziehen, nachschlagen, konsultieren, befragen. consultation, reference, practice, consultation, meeting, conference, beratung, zum, nachschlagen, nformierung, beratung, praxis, arztliche, konferenz, tlahui, medic, medicina, medica, medicinal, medicine, medicament, medecine, medizin, medication, medicament, health, natural, tradicional, traditional, traditionnelle, alternative, ciencias, salud integral, acupuntura, acuponcture, homeopatia, naturopatia, reflexoterapia, quiropractica, medikament, arznei, arzneimittel, drug, cure, hierbas, herbs, herbolaria, herbalist, erboriste, plantas, plant, plante, plantes, plants, yerbas, fitoterapia, phytotherapy, phytotherapie, botanica, etnobotanica, ethnobobotany, pflanze, gewachs, etnomedicina, ethnomedicine, ethnomedecine, etnologia, ethnology, ethnologie, volkerkunde, temascal, temazcal, temazcalli, temascalli, antropologia, tradicional, ciencias, salud, sante, anthropology, anthropologie, mexico, mexique, cultura